Ir al contenido principal

Estoy saliendo con un señor adulto

Confesiones ficticias de un personaje ficticio, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

“Estoy saliendo con un señor adulto, me siento contento (a), sólo que hay veces en las que no me siento cómodo (a) en lugares públicos por la diferencia de edad. Pero él se ha portado muy bien, me da muchos regalos y me invita a todo.

Obvio nunca voy a salir en fotos con él, por eso siempre me verás “misteriosamente” solo (a) en aeropuertos, playas, paisajes, piscinas, centros comerciales, y en todos los planes que él me programa.  Es él el que toma las fotos, mientras yo finjo ser completamente feliz con mis poses y mi sonrisa falsa y le hago pensar a los demás que me la paso solo (a). Que soy un aventurero (a), que ama los viajes, que ama los retos. 

Sin embargo, cuando vamos de compras a los almacenes sufro mucho. Obvio, estoy feliz porque sé que puedo comprar lo que quiera, pero también me aterra la idea de que alguien descubra que estamos saliendo, se escandalice y al hacerlo, escandalice mi vergüenza.

A veces pienso en no esconderme de nadie, pero siento alivio cuando me recoge en sus carros completamente polarizados. Siempre ruego para que se embriague e insisto en darle mucho licor para que se quede dormido y así evitar la parte del sexo, me atormenta un poco aún la idea de que sea tan mayor, flácido y peludo. Pero intercambiar fluidos por unas horas por joyas, regalos y viajes, no es una mala inversión.

Pese a que es un hombre adinerado, mi señor adulto tiene algunos gustos un poco, extravagantes diría yo. Usa camisas pasadas de moda y de colores… que ni sé cómo describir. Su colonia huele a madera, como si a veces durmiera en el ataúd que lo espera pronto para albergarlo hasta la eternidad. Sus chaquetas son bombachas y sus zapatos de cuero de cocodrilo.  ¡Es un completo desastre! que comienzo a tolerar al tercer lychee martini, (siempre tengo que tener algo en la cabeza para estar con él. Sea licor, sea droga).

En su casa hay muchas antigüedades que no van con mi estilo, que es un poco más moderno.

Recuerdo la primera vez que me llevó de viaje, fue una sorpresa, fuimos a Panamá (también hemos ido a Miami, México, Aruba, ya saben, lugares comunes para este tipo de relación). Él alquiló una cabaña en Bocas del Toro y nos bañamos desnudos a la media noche cuando nadie estaba.

En esa completa soledad creo que sentí que lo quería, ya no había nadie a mi alrededor no me sentía juzgado (a), pero apenas vi que el Ron Zacapa se acabó, todo volvió a la normalidad. Fue una noche difícil porque no estaba tan ebrio (a) y de todas las veces que lo hemos hecho es la única de la que tengo recuerdos, algunos que ni quisiera mencionar. Cuando quiero bajar algunos kilos, recurro al vómito y cuando necesito vomitar, solo necesito recordar esa noche. 

Estoy saliendo con un adulto mayor, me siento contento (a), pueden decir que hay muchas diferencias e inconvenientes, pero ¿qué relación no tiene ese tipo de problemas? ¿Ah? Es algo que se puede manejar. Además, a veces tengo bastantes espacios y en ellos sí puedo salir con personas que están a mi gusto, pero con los que no me permito nada más porque son pobres y no pueden costear mi ritmo”.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

"El Corazón tiene más cuartos que un hotel de putas"

No sé si fue por que la hizo Gabo en el año en el que nací, cuando escribió ‘El amor en los tiempos del Colera’,  que esta frase que se extrae del mencionado libro, me llegó tanto la primera vez que la leí, hace ya algún tiempo. No sé si fue porque la leí que comencé a pensar que era cierto lo que decía el maestro Gabriel García Márquez, y antes de comenzar a vivir por los andares del amor, acondicioné esa proposición en mi vida.  Tal vez fue por eso, o porque realmente es cierto, que el corazón, o al menos el mío, tiene más cuartos que un hotel de putas. Y es un hotel grande, al que se le pueden unir socios sin términos ni condiciones, y a los que a pocos les expira la membresía; pero también es un espacio que se puede administrar a voluntad y que si es necesario, se puede desocupar para que sólo un huésped sea el dueño. Sin embargo, en esos cuartos, siempre quedarán memorias de lo vivido, de lo que pasó cuando estuvieron alojados, algún objeto que tal vez...

Atrapado en un momento del que no puedo salir

  He tratado de escribir algo memorable desde hace al menos ocho meses, lo juro, pero siempre me quedo en las primeras líneas y no logro concretar nada. Llegué a pensar que era más probable que James Rodríguez durara un año en un mismo equipo antes de que yo pudiera hilar una historia nuevamente. La última vez que terminé un texto extenso fue cuando le escribí la carta a Mafe. Ella dijo: “Pensé que iba a ser más larga”. Y eso que me tardé casi un año escribiéndola. He intentado de todo: cuentos, reflexiones, confesiones, pero no paso del primer párrafo. De hecho, es un logro que haya llegado hasta aquí con este texto. Al principio no me preocupé. Pensé que era normal estar cansado de pasar todos los días ideando estrategias y formas creativas para proyectos. Pero con el tiempo, comenzó a inquietarme no poder escribir. Releí algunos cuentos míos y, en lugar de sentir orgullo, sentí miedo: miedo de no poder volver a escribir así. No entendía lo que me estaba pasando. Últimamente nada...

Cuarenta años y ninguna instrucción

Hace poco pensé en hacer un video que se llamara 40 canciones y 40 películas que recomiendo antes de cumplir 40 años. Luego lo pensé mejor y me pregunté: ¿a quién carajo le importa eso? Seguramente a muy pocos. Después pensé: ¿y yo qué gano con eso? Pues nada. No sé por qué me preocupo. Caer en este reto de “producir contenido” como si fuera un deber, muchas veces sin objetivo claro, nos está distrayendo. En mi caso, no solo al crear, sino también al consumir. Y consumir. Y seguir consumiendo. Estoy tan disperso que hasta olvidé por qué comencé esta entrada. Ah, ya recordé: voy a cumplir 40 años este 26 de septiembre. Hace poco, mientras cenábamos en un restaurante hermoso en Santa Marta, Angie me dijo que me notaba afanado. —Estás más conservador y preocupado que nunca —aseveró con ese tono costeño, fuerte, guajiro, ese que me encanta. Me dijo que parecía preso de una cárcel invisible. —No logro identificar de dónde viene —dijo. —Viene de mí —le respondí, mientras me comía ...