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Mostrando las entradas de febrero, 2015

Celebren el Día de San Valentín si pueden

Es mejor copiar este tipo de costumbres que para algunos son netamente comerciales, que copiar las malas. Al fin al cabo, ¿en qué le afecta al otro si usted quiere o no celebrar el Día de San Valentín? Yo no lo celebro, primero porque ya está más que comprobado que #YoEnElAmor no sirvo. Segundo, porque no tengo tiempo para hacerlo. Pero si usted, que me lee amablemente, puede hacerlo, no lo dude, no se ponga mamón, hágalo, celebre así no haga nada, celebre que tiene amor. Tal vez hace algunos años yo no hubiera escrito lo mismo, posiblemente muchas veces hasta también critiqué el hecho de querernos parecer en todo a los 'gringos', pero ya ven, como reza el dicho, es virtud de sabios poder cambiar de opinión. Y es que después de las maravillosas pero cortas cosas que el amor me permitió pasar, yo digo que cualquier excusa es válida para celebrarlo. Cualquiera que sea, no importa si la intención final es otra, al final el amor es lo que importa. Se debe celebr

Mi Mejor Primer Beso

En el bachillerato fue la época en la que más besé en mi vida, sin duda. Era una especie de deporte, el besar. Una actividad que sin mentir, hacía casi a diario. En el vivero, en la emisora del colegio, en los camerinos, en las canchas de atrás, en el kiosco cuando todos se entraban a los salones, hasta en la biblioteca, besé y besé. No entiendo cómo, no soy Ryan Gosling ni Bradley Cooper, ni tampoco cuento esto por   ser   sobrado, pero creo que era una moda en ese entonces, darse besos así, porque muchos de mis amigos tenían la misma actividad que yo. Y besé varias niñas, muchas, muy bonitas algunas, muy queridas todas; pero de todos esos besos que me di en el colegio, y de hecho, de todos esos besos que he dado en la vida, esos primeros besos, hay uno del que siempre me acuerdo más, el que más me gusta, el único beso que me dio  una de las niña más bonitas que estudió en la historia del Nacional Integrado. Corría el 2001, y la promoción de ese año, en donde estaban

Las 50 Sombras de Ferney

-" Ha visto usted lo bueno que se puede poner esto, si lo estimula un poco más? Sólo debe comenzar despacio y deslizar toda su mano, de arriba abajo e ir subiendo la intensidad, con mucho cuidado, hasta que sienta que ya está en el punto, que está caliente y que no puede parar. Hasta que sienta el sudor en su frente y las palpitaciones sean lo único que se pueda escuchar". -" Gracias señor Ferney, lo tendré en cuenta para limpiar mejor el estante" Ferney Gracia Avendaño, era un hombre rico. Papero, ganadero, esmeraldero, y hasta prestaba 'gota a gota'.  Vestía elegantes camisas de terciopelo, cadenas gruesas de oro que combinaban con su pelo en pecho, correas con la chapa que llevaba la marca de su ganado, anillos con piedras finas, un poncho con la estampa de su caballo favorito y siempre llevaba una libreta en la mano y un carriel colgando. Había forjado su fortuna desde muy joven y se había ganado a las buenas el respeto de mucha gente y una posición e