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Tuve sexo con mi exjefe y se convirtió en un jugador de la Selección Colombia

¿Les ha pasado? ¿Han tenido una jefe a la que le quieren hacer el amor de manera incontrolable? ¿Que cuando les habla y les da instrucciones solo piensan en quitarle la blusa y montarla encima de la mesa? ¿Que cuando ella se voltea y se sienta, tratan de adivinar de qué color es su ropa interior? Bueno, a mí sí me pasó. Tuve una jefe sexy. Autoritaria y sexy. Demasiado sexy.

Tiene una piel canela que brilla. Es alta y sus piernas parecen salirle de las orejas. Su cintura es bien dibujada y de vez en cuando asoma y se le puede ver el ombligo. Su pelo es negro azabache y le da hasta la cintura, tiene unos ojos negros y penetrantes, y sin exagerar, su cara como la de Pocahontas. Es dueña de una mirada endiablada que esconde una pasión interminable detrás de sus gafas que la hacen ver seria.

Siempre fue buena conmigo. Me daba consejos, me tenía paciencia y animaba mi trabajo, felicitándome expresivamente cuando lo hacía bien. Pero también fue drástica las veces que necesitó y no se guardó regaños cuando me los merecía.

Ay, la jefe, sí que era brava. Pensaba que si también sería así de brava en la intimidad, o dando un beso, o quitándose la ropa para ir al encuentro sexual.

Pensaba perversamente en ella siempre, pero jamás se lo demostraba.

Ella por esos días tenía una relación muy estable, alguien a quien quería y adoraba y quien casi siempre la recogía a la hora del almuerzo o después del trabajo.

-Deben gozar de lo lindo, se nota que le gusta mucho la vuelta a esa nena- me decía un compañero mientras me daba una palmada en la espalda y se echaba a reír. Yo también pensaba lo mismo, lo percibía en su rudeza y su energía, pero optaba solo por seguir la cuerda sin pronunciar una palabra más que la expresión: "Ufffff".

Pasó el tiempo y  no yo trabajé más allí. Abandoné el trabajo y también a la jefe. Pensé que no volvería a verla y me sentí un poco triste porque mis deseos con ella también se iban a acabar.

Dos años más tarde entramos en contacto, por esas situaciones de la vida, que uno no puede explicar después. Aún conservaba cierto recelo a la hora de hablarle, pero el desparpajo en sus saludos, y las conversaciones que teníamos, me dieron un poco de confianza para soltarme más.

Comenzamos a hablar seguido y noté que en sus redes sociales ya no aparecían fotos con su novio. Entonces, un día, sin ser directo, le saqué la información. - Ya no estoy con él desde hace casi cuatro meses, me dijo.

Sentí alegría, no lo niego, ¿cómo no? De alguna manera mi instinto quería que eso pasara para poder volver a contemplar y a manera de ilusión, la posibilidad de tenerla en ropa interior acostada en mi cama.

Comenzamos a ponernos citas para vernos, pero ninguno de los dos cumplía. Era raro, porque en el fondo los dos queríamos vernos pero no hacíamos mucho esfuerzo para lograrlo. Sin embargo, la confianza fue creciendo entre los dos, hasta el punto en el que sentí apropiado comenzar a decirle más cosas, cosas insinuantes.

-Te mando un beso en la boca- le escribí un domingo.
-A mí démelo- me respondió
-Te lo doy hoy, ya mismo- repliqué
-Salgo entonces para allá- me dijo

Mi corazón comenzó a latir de la emoción porque no creía que por fin la iba a ver.

Llegó a eso de las nueve de la noche, cuando ya casi todo estaba cerrado. Buscamos unas cervezas, las pagué y después subimos al apartamento donde vivo.

La sala aún estaba desordenada y había tres chaquetas, unas camisas y dos aretes en el sofá. -Perdón por el desorden, mi compañero de apartamento ayer estuvo de fiesta hasta la madrugada. Era su cumpleaños- me disculpé.

Pareció no importarle ni las disculpas ni el desorden. Se sentó en el sofá en forma de L, retirada de mí y comenzamos a hablar de la vida.

Charlamos por casi tres horas, hasta cuando las cervezas comenzaban a morirse. Ella iba a cambiar de tema y comenzaba a decirme que los hombres son muy chistosos.

-Los tipos son unos idiotas. Uno que se la pasaba escribiéndome, ahora acaba de montar una foto con una vieja...- la interrumpí, no dejé que siguiera hablando y me lancé a besarla. Ella me recibió bien.
Nos dimos un beso largo y apasionado, comencé a conocer sus labios y su lengua de a poco, a sentir su sabor. Me sentía genial, estaba besando a mi exjefe y ella me estaba besando a mí. Me sentí nervioso al caer en cuenta de eso.

Después nos retiramos, noté como su cara cambió de color y se puso roja. La besé otra vez y me le fui encima. Ella inclinó su cabeza contra el sofá y siguió besándome. Metí mi mano en su cintura -Ay, estás helado- me dijo mientras me retiró la mano y me corrió.

Estaba roja y respiraba rápido -Es mejor que me vaya, ya es tarde- dijo e intentó pararse. -Es mejor que te quedes, necesito dónde calentar mi mano- le dije y volví a besarla, esta vez, más apasionadamente.

Nuestras respiraciones se mezclaron y comenzaron a sincronizarse en la excitación. Estábamos agitados y mi mano ya tenía otra temperatura. Comencé a conocer su cuerpo con las palmas de mis dedos y a tocar cada centímetro de ella. Vi que eso le gustaba.

Primero subí por su torso y llegué hasta su pecho. Me abrí paso entre su blusa y su sostén y toqué sus delicados senos. Estaban firmes y suaves.

Luego bajé mi mano nuevamente hasta su cintura, la apreté un poco y vi que le gustaba. Bajé mi mano y la metí en su jean y comencé a bordear toda su cintura. Pude notar que llevaba ropa interior de encaje y algo se activó en mí. – ¿De qué color son?- le pregunté entre dientes, pues aún estaba en sus labios - Creo que son negros- respondió con voz sexy. Bajé mi boca por su cintura, le di unos besos y después comprobé que sí eran negros. Eso me encantó y le dije –Vamos a mi cuarto-.

Volví a besarla,  apreté su cola con mi mano varias veces, vi que eso le había gustado más que cualquier movimiento y seguí haciéndolo hasta que pasé una de sus piernas por encima de las mías.
-Vamos a mi cuarto- dije una tercera vez y esta vez muy excitado. -No, ya me voy- Respondió ella entre quejidos.

La volví a besar y nos paramos del sofá. Nos apretamos fuerte en un abrazo y ella pudo sentir mi erección -¿Tienes condones?- Preguntó - por supuesto que sí- Le respondí.
Entramos a mi cuarto y nos arrancamos la ropa. Lo que pasó después prefiero no describirlo porque aún no quiero exorcizarlo de mi mente, quiero guardarlo para siempre y para que me sirva como una herramienta en los días en que se mete el verano.

Tuvimos un excelente momento, terminamos y me acosté a su lado. Oía el pálpito de su corazón y también el mío. Ambos latían uno después del otro. No sabía qué decir porque acababa de cumplir con una hermosa fantasía. La vida a veces es muy justa con los sueños y muy bonita cuando los dados caen a tu favor. Ese momento era mío y solo mío, por fin, después de un tiempo, en la apuesta de lo claro y lo obscuro, me había tocado lo claro, estaba contento.

No había luz en mi cuarto, más que unas diminutas iluminaciones que se colaban por la persiana, pero que no eran  suficientes para ver bien.

Me di vuelta, quería verla, tocarle el pelo, besarle sus irresponsables y provocativos hombros, ver su cara y tocarla; pero cuando la observé, se apareció la cara de Jackson Martínez, 'Cha Cha Cha', 'La Pantera', mi negro grande, el goleador del Porto.

Me asusté un poco y traté de reaccionar, pero todo estaba tan obscuro que no podía ver más que una quijada emergiendo de esa oscuridad. No sé si mi mente confundió a mi nueva amante con una pantera y la relacionó con Jackson, o tal vez estaba pensando que él debe ser el 9 titular de la Selección Colombia en la Copa América. Ya falta poco para la Copa América por Dios. 

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