Ir al contenido principal

¿Qué diferencia hay entre hacer el amor y tener sexo?



¡Uy! Que pregunta esta ¿no? Responderla es igual de complicado a darle un ‘no’ a un vendedor de catálogo. Ósea, uno no encuentra fácilmente los argumentos aunque los conozca y por ende no los puede expresar con rapidez y cuando ya uno quiere declinar la vaina, está endeudado con el asesor con algo que uno ni necesita.

Pero bueno, yo me he dado a la tarea de responder este cuestionamiento que es habitual, que adorna miles de tertulias, que hace sentir culpables a hombres y mujeres por igual. Este cuestionamiento que uno lee en ´Ética para Amador´ y que los papás, profesores, curas y pastores, tratan de explicar y diferenciar con el mayor entusiasmo y vehemencia, para que después los videos de Kim Kardashian con el pedazo de Ray-J lo destruyan todo.

Comencemos por un viejo chiste que dice que “una vez una niña le preguntó a la mamá qué era hacer el amor y la mamá le dijo que era algo que los hombres se había inventado para culear gratis”. Cuánta realidad en esto. Aunque la verdad no sé si realmente pasó así, suena muy lógico, yo me lo hubiera inventado al menos.

Y para simplificar, y después de escuchar muchas conversaciones y personas al respecto, llegué a la conclusión que la diferencia entre hacer el amor y tener sexo es nula, o si la hay, es muy, muy escasa. Tan escasa como la diferencia que existe entre un Samsung Galaxy S6 y un Samsung Galaxy S6 Edge. Diferencias que uno mismo se inventa para justificar un gasto incensario y culo de plata. “Es tecnología de punta ‘guevón’”.

La diferencia es la misma que existe entre las palabras “cómodo” y “placentero” o “ocaso” y “atardecer” o “cansado” y “fatigado”. Y cuando uno intenta obtener una respuesta que lo pueda sacar de la duda, que le dé la sustancial diferencia entre hacer el amor y tener sexo, aparece una frase clave: “es que no lo puedo explicar bien, son cosas que solo entendemos lo que lo sentimos”.

Eso está como el que dice que no se enamora del género sino de la persona, que insiste en que no hay diferencia alguna en eso cuando la hay toda. Me perdonan, pero no es lo mismo que lo molesten por detrás a usted molestar por delante, ‘na na na’, o a usted le gustan las viejas o le gustan los manes, con ese tema de la espiritualidad y el gusto por la personalidad y los valores no me venga a vender planes que ofrecen mensajes de texto con las últimas noticias cuando las puedo averiguar gratis por Twitter. No me time.

Ese cuento de la bisexualidad solo es la última fase antes de aceptar que se es homosexual. Ahora, no vayan a creer que yo pienso que ser homosexual es algo malo, ni más faltaba, aclaro que no tengo ningún problema con eso porque no falta el perverso que le dé otro sentido a mis palabras. A lo que me refiero es que uno se tiene que definir y no se puede poner a igualar cosas que son diferentes, como tampoco se puede empeñar en tratar de separar cosas que son iguales, como hacer el amor y tener sexo.

No sé si recuerden un video de Ana Karina Soto, exprotagonista de Novela, donde se le veía un poco pasada de tragos en el acto, diciendo repetidamente “te amo, te amo, te amo”, mientras se masturbaba con la mano donde tenía el anillo de compromiso que le había regalado otro hombre que no era el que le estaba dando placer. Si nunca lo vieron, háganse a una idea y díganme qué diferencia encuentran entre hacer el amor y tener sexo en este caso, y no se vale responder “es que la vieja es una perra”, ¡no! Aquí no se vino a juzgar a nadie.

Miren es más fácil si uno acepta que esa justificación solo es un pajazo mental en vez de intentar encontrar respuestas donde no las hay. No hay ninguna diferencia una vez usted se desnuda y se va a la cama, o a donde sea, con otra persona. Hacer el amor, el “l Love u”, es igual a tener sexo. Usted no le dice a su pene: “bueno joven, mi querido ciclope, hoy vas a hacer el amor” ¡NO!

La diferencia está en que usted se acuesta con alguien que ama y con alguien que no ama. Pero no me vengan a decir que se van a sentir mejor con alguien que aman así no les haga tener un orgasmo que con alguien que no aman que les hace tener 10.  No sean mentirosos. El acto sexual se remite a algo única y exclusivamente carnal, aquí los sentimientos son secundarios.

La única diferencia que yo puedo notar se da es después del acto como tal, y es que uno cuando ama, se arruncha, se aguanta a la otra persona, le hace conversación de cama, la sigue tocando cariñosamente; y cuando no, busca rápido el control para prender el televisor y no tener que escuchar ese sonido incómodo del silencio que aparece cuando uno se vuelve a dar cuenta que son dos desconocidos los que están acostados, o se para por un vaso de agua. Pero todo esto pasa solo después del acto, porque mientras uno está en el ‘tiki-taka’ no se pone a pensar en esas cosas, solo disfruta. Yo por eso siempre he dicho que la mejor idea es tener sexo y/o hacer el amor, con los amigos. Cero presiones.

Así que mis amigos, ya la saben… No hay ninguna diferencia sustancial en estas condiciones, hagan el amor de otras maneras, siendo incondicionales, leales, felices, queridos con su pareja. Hagan el amor con todo el mundo de la manera en que se tiene que hacer, haciendo el bien. Por lo otro, llámenlo como quiera pero en el fondo van a saber que es la misma vaina. Aunque admito que "hacer el amor" suena más bonito.


PD: Ya sé lo que me van a decir algunas personas, lo que me acostumbran a decir siempre cuando hago este tipo de comentarios,  “por eso es que no tiene novia, por eso es que está solo, por pensar así” y bueno, tal vez es cierto, por eso no la tengo y me alegra de no tenerla, porque hace mucho rato dejé de hacer cosas para agradarle a otras personas y el día que la tenga, quiero que me quiera por lo que soy y no por lo que parezco. Saludos. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

"El Corazón tiene más cuartos que un hotel de putas"

No sé si fue por que la hizo Gabo en el año en el que nací, cuando escribió ‘El amor en los tiempos del Colera’,  que esta frase que se extrae del mencionado libro, me llegó tanto la primera vez que la leí, hace ya algún tiempo. No sé si fue porque la leí que comencé a pensar que era cierto lo que decía el maestro Gabriel García Márquez, y antes de comenzar a vivir por los andares del amor, acondicioné esa proposición en mi vida.  Tal vez fue por eso, o porque realmente es cierto, que el corazón, o al menos el mío, tiene más cuartos que un hotel de putas. Y es un hotel grande, al que se le pueden unir socios sin términos ni condiciones, y a los que a pocos les expira la membresía; pero también es un espacio que se puede administrar a voluntad y que si es necesario, se puede desocupar para que sólo un huésped sea el dueño. Sin embargo, en esos cuartos, siempre quedarán memorias de lo vivido, de lo que pasó cuando estuvieron alojados, algún objeto que tal vez...

La pertinencia, el secreto de la vida

  Le pedí a una AI que hiciera una imagen con base a esta entrada y este fue el resultado. Vivir parece simple: respirar, comer y beber con moderación, y existir. Pero la vida se complica cuando nos preguntamos por qué estamos aquí, y esas preguntas nos asaltan en los momentos más inesperados, como cuando nos duchamos, lavamos los platos, viajamos en avión o intentamos dormir. Es como abrir un buzón de Instagram después de publicar una foto provocativa con el texto "Hazme una pregunta". Llegan cientos de preguntas, pero las respuestas son tan vagas que no aclaran nada. A veces, ni siquiera tienen que ver con lo que preguntamos, sino que nos confunden más, dejándonos con más dudas que al principio. Todos tenemos alguna forma de escapar de esas preguntas. Nos llenamos de actividades, obsesionados con hacer algo todo el tiempo, como si huyéramos de algo, aunque no lo admitamos. Para mí, el licor ha sido mi escape durante mucho tiempo. Lo he usado para calmar las preguntas sin re...

La visita de las libélulas negras

I El día que recibió la visita de las libélulas negras se despertó a las 7 de la mañana, una hora más tarde de lo que regularmente lo hacía, porque fue atrapada en un sueño donde se veía a si misma cortar flores blancas para después ponérselas en forma de corona a un sombrero de paja que su abuela le había regalado cuando era muy joven. Invadida por la insoportable nostalgia que producen los recuerdos añejados con el paso de los años, encontró vacio el otro lado de la cama y supo que su esposo ya se había ido a trabajar. Se paró del lecho para después arrodillarse ante una imagen de la virgen del Carmen que estaba colgada al lado de donde ella dormía, sacó debajo de su almohada un rosario de madera que una monja le había regalado muchos años atrás, prendió un velón que había sido bendecido por el cura Gabino y se dispuso a cumplir con el ritual  más antiguo que tenía en su vida. Culminado esto, se tomó un vaso de sábila que  su mucama había dejado encima de ...