El tiempo pasó, y el asunto fue olvidado. El encierro en el
pozo viejo y seco le provocó una amnesia temporal a ‘Chacaneto’, quien olvidó
por completo la razón por la que estaba que mataba esa noche. En cambio, al
despertar, pensó que se había caído ahí preso de la borrachera y feliz porque
había celebrado su conquista. La gente del pueblo, que advirtió esto, prefirió
no recodarle nada, y cuando se encontró con el borracho al que había agredido y
dejado sin dientes, le hizo una broma, sin saber que él había provocado la
usencia de la sonrisa de aquel pobre hombre.
Todo siguió y fue así como ‘Chacaneto’ se casó con Mariela.
Fue así como de la noche a la mañana pasó de ser un buscapleitos cualquiera del
pueblo, a ser un buscapleitos de los más ricos de la vereda.
Todo lo que trabajó Micancio en su corta vida llegó a sus
manos como un regalo del destino. Como si la vida le hubiera recompensado todos
esos huesos rotos que fue dejando en sus pleitos, todos esos amoríos
inconclusos que coleccionó en otros caseríos, toda esa irreverencia que derrochaba
en cada andar.
El tiempo fue pasando y ‘Chacaneto’ fue cumpliendo su
promesa: llenó de hijos a Mariela. Le metió tres pelaos, uno detrás del otro.
Para ello empleó varias jornadas de sexo salvaje que aplicaba como si se
tratase de un ritual donde quería borrar toda huella y marca del marido pasado
en Mariela. Se dedicó a besarla en cada
parte de su bien elaborado cuerpo con la parsimonia de un obsesivo delirante.
Ya veo porque Micancio
no te dejaba salir. Vaya que eres una bestia bien buena. Hecha para procrear y
complacer. ¡Ay Dios mío! si fueras vaca, cuánto no pagarían por ti.
Decía ‘Chacaneto’, mientras le escurrían unas gotas de
saliva.
Pero el tiempo no fue lo único que se fue consumiendo. Las
reses y los bienes heredados por la inexperta viuda también se fueron
desvaneciendo como las hojas en el otoño. Todos los días se mataba una res.
Todos los días se hacía fiesta a cuenta de ellos. Todas las noches ‘Chacaneto’
se iba para donde Don Heberto a invitar a los borrachos del pueblo para ganarse
su lealtad.
Una noche de esas, se perdió ‘El Colorado’. El caballo
favorito de Micancio y, por ende, el de su nuevo dueño, ‘Chacaneto’. Era un
percherón semental. De fino y largo crin que parecía peinado por un hada, y de
cola elegante y larga que demostraba toda su majestuosidad. Era color miel,
como si lo hubieran dorado a un sol de agosto, y sin lugar a dudas, el animal
más lindo que existía por ese entonces.
‘El Colorado’ se asustó porque ‘Chacaneto’ se puso a tirar
pólvora como loco y no se percató de los nervios del caballo. La bestia prendió
huida como si estuviera huyendo de un depredador. Desbocado se fue a probar
suerte a lo más obscuro del monte, por donde nunca antes nadie había ido.
He ahí un reto para
Chacaneto
dijo el cantinero en todo de mofa, incitando al buscapleitos
a comenzar una aventura.
‘Chacaneto’, que tenía sus buenos guarapos en la cabeza,
guardó silencio. Sacó el revólver y contó las balas. La munición estaba
completa. Tomó dos sorbos de aguardiente y le pidió a uno de sus secuaces un
caballo.
Me voy a traer ese
animal. Ya verán que en la mañanita arrimo aquí con él y todos ustedes me
tendrán que chupar la verga y a ‘Colorado’ también.
Dijo con seguridad el retado.
En las tinieblas y guiándose apenas por un clarito de luna, ‘Chacaneto’
fue en busca de ‘El Colorado’. Tras dos horas de galope vio al animal tirado en
medio de la maleza. Allí se bajó. Lo revisó, aún vivía. Estaba agitado.
Tal vez sufrió un
infarto
Dijo mientras sacaba un chicote y lo prendía.
‘Chacaneto’ esperó un momento para ver si el animal
respondía. Le dio de beber de su cantimplora y lo animó. El Colorado estaba
exhausto, pero también nervioso. Sus ojos se blanqueaban cada vez más y su
dueño temió su muerte.
De repente un sonido estremecedor, como el de un pájaro que
cae en una trampa mortal, se escuchó a lo lejos. El otro caballo salió
corriendo, también desbocado. Ya no había un claro de luna que le permitiera
ver. La obscuridad y ‘El Colorado’ eran su única compañía. Comenzó a helar, y
sintió que el frío se le metió por la nariz y le recorrió toda la cabeza
bajando por su espina dorsal hasta paralizarlo. Después escuchó las ramas de
los árboles moverse y en medio de esa oscuridad, alcanzó a ver que la maleza
crecía y que todo lo que estaba a su alrededor lo encerraba.
Dibujo por: Santiago Rocha. Instagram: santiaghetto
Maldita madre Monte.
Te vas de aquí o te lleno de plomo.
Gritó ‘Chacaneto’ mientras sostenía el chicote con los
dientes.
El Colorado comenzó a respirar más fuerte, cada vez más.
Como si estuviera galopando. ‘Chacaneto’ no pudo calmarlo y a ambos los encerró
la maleza hasta dejarlos inconscientes.
Al medio día siguiente los habitantes del pequeño pueblo
vieron llegar a ‘Chacaneto’. Venía arrastrando a ‘El Colorado’. Lo tiró en
medio de la plaza. El semental yacía muerto. Todos se lamentaron. Guardaron
luto y silencio. ‘Chacaneto’ pidió un trago, y luego sacó de debajo de la silla
del animal una pierna de una mujer, diciendo: Ahora no le van a decir Madre Monte, sino Pata Sola a la maldita que me
mató el caballo.
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