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Maldito ‘Chacaneto’ capítulo V: El desboque de ‘El Colorado’



El tiempo pasó, y el asunto fue olvidado. El encierro en el pozo viejo y seco le provocó una amnesia temporal a ‘Chacaneto’, quien olvidó por completo la razón por la que estaba que mataba esa noche. En cambio, al despertar, pensó que se había caído ahí preso de la borrachera y feliz porque había celebrado su conquista. La gente del pueblo, que advirtió esto, prefirió no recodarle nada, y cuando se encontró con el borracho al que había agredido y dejado sin dientes, le hizo una broma, sin saber que él había provocado la usencia de la sonrisa de aquel pobre hombre.

Todo siguió y fue así como ‘Chacaneto’ se casó con Mariela. Fue así como de la noche a la mañana pasó de ser un buscapleitos cualquiera del pueblo, a ser un buscapleitos de los más ricos de la vereda.
Todo lo que trabajó Micancio en su corta vida llegó a sus manos como un regalo del destino. Como si la vida le hubiera recompensado todos esos huesos rotos que fue dejando en sus pleitos, todos esos amoríos inconclusos que coleccionó en otros caseríos, toda esa irreverencia que derrochaba en cada andar.

El tiempo fue pasando y ‘Chacaneto’ fue cumpliendo su promesa: llenó de hijos a Mariela. Le metió tres pelaos, uno detrás del otro. Para ello empleó varias jornadas de sexo salvaje que aplicaba como si se tratase de un ritual donde quería borrar toda huella y marca del marido pasado en Mariela.  Se dedicó a besarla en cada parte de su bien elaborado cuerpo con la parsimonia de un obsesivo delirante.

Ya veo porque Micancio no te dejaba salir. Vaya que eres una bestia bien buena. Hecha para procrear y complacer. ¡Ay Dios mío! si fueras vaca, cuánto no pagarían por ti.
Decía ‘Chacaneto’, mientras le escurrían unas gotas de saliva.

Pero el tiempo no fue lo único que se fue consumiendo. Las reses y los bienes heredados por la inexperta viuda también se fueron desvaneciendo como las hojas en el otoño. Todos los días se mataba una res. Todos los días se hacía fiesta a cuenta de ellos. Todas las noches ‘Chacaneto’ se iba para donde Don Heberto a invitar a los borrachos del pueblo para ganarse su lealtad.

Una noche de esas, se perdió ‘El Colorado’. El caballo favorito de Micancio y, por ende, el de su nuevo dueño, ‘Chacaneto’. Era un percherón semental. De fino y largo crin que parecía peinado por un hada, y de cola elegante y larga que demostraba toda su majestuosidad. Era color miel, como si lo hubieran dorado a un sol de agosto, y sin lugar a dudas, el animal más lindo que existía por ese entonces.

‘El Colorado’ se asustó porque ‘Chacaneto’ se puso a tirar pólvora como loco y no se percató de los nervios del caballo. La bestia prendió huida como si estuviera huyendo de un depredador. Desbocado se fue a probar suerte a lo más obscuro del monte, por donde nunca antes nadie había ido.

He ahí un reto para Chacaneto
dijo el cantinero en todo de mofa, incitando al buscapleitos a comenzar una aventura.

‘Chacaneto’, que tenía sus buenos guarapos en la cabeza, guardó silencio. Sacó el revólver y contó las balas. La munición estaba completa. Tomó dos sorbos de aguardiente y le pidió a uno de sus secuaces un caballo.

Me voy a traer ese animal. Ya verán que en la mañanita arrimo aquí con él y todos ustedes me tendrán que chupar la verga y a ‘Colorado’ también.
Dijo con seguridad el retado.

En las tinieblas y guiándose apenas por un clarito de luna, ‘Chacaneto’ fue en busca de ‘El Colorado’. Tras dos horas de galope vio al animal tirado en medio de la maleza. Allí se bajó. Lo revisó, aún vivía. Estaba agitado.

Tal vez sufrió un infarto
Dijo mientras sacaba un chicote y lo prendía.

‘Chacaneto’ esperó un momento para ver si el animal respondía. Le dio de beber de su cantimplora y lo animó. El Colorado estaba exhausto, pero también nervioso. Sus ojos se blanqueaban cada vez más y su dueño temió su muerte.

De repente un sonido estremecedor, como el de un pájaro que cae en una trampa mortal, se escuchó a lo lejos. El otro caballo salió corriendo, también desbocado. Ya no había un claro de luna que le permitiera ver. La obscuridad y ‘El Colorado’ eran su única compañía. Comenzó a helar, y sintió que el frío se le metió por la nariz y le recorrió toda la cabeza bajando por su espina dorsal hasta paralizarlo. Después escuchó las ramas de los árboles moverse y en medio de esa oscuridad, alcanzó a ver que la maleza crecía y que todo lo que estaba a su alrededor lo encerraba.
Dibujo por: Santiago Rocha. Instagram:  santiaghetto


Maldita madre Monte. Te vas de aquí o te lleno de plomo.
Gritó ‘Chacaneto’ mientras sostenía el chicote con los dientes.

El Colorado comenzó a respirar más fuerte, cada vez más. Como si estuviera galopando. ‘Chacaneto’ no pudo calmarlo y a ambos los encerró la maleza hasta dejarlos inconscientes.

Al medio día siguiente los habitantes del pequeño pueblo vieron llegar a ‘Chacaneto’. Venía arrastrando a ‘El Colorado’. Lo tiró en medio de la plaza. El semental yacía muerto. Todos se lamentaron. Guardaron luto y silencio. ‘Chacaneto’ pidió un trago, y luego sacó de debajo de la silla del animal una pierna de una mujer, diciendo: Ahora no le van a decir Madre Monte, sino Pata Sola a la maldita que me mató el caballo.

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