Foto: Dibujo hecho en mi celular, un día de estrés.
"No vayas a escribir nada en Facebook sobre Uribe, papito." me dijo mi mamá el día en que la Corte Suprema de Justicia ordenó orden de detención al expresidente.
No era la primera vez que mi madre me hacía este tipo de recomendación ni tampoco la única persona que lo ha hecho.
Resulta que hay una gran mayoría que piensa que en las redes sociales no se puede exponer lo que uno piensa. Lo que me lleva a creer que esto se puede deber a tres causas.
1. Que aceptamos inconscientemente que vivimos bajo una dictadura y tenemos miedo.
2. Que somos muy hipócritas y/o cobardes y preferimos no hablar de eso para evitar polémica.
3. Las dos anteriores.
No hay reglas escritas sobre piedra sobre cómo actuar en las redes sociales. Más que las mismas reglas que existen para comportarse en la vida cotidiana. El mundo digital es una proyección de la realidad, no una ficción como muchos quieren hacerlo ver.
Quienes escriben en cada plataforma son personas que están detrás del teclado.
Es como decir que las armas matan personas. Las armas no matan personas, las personas matan a las personas. Las armas son una herramienta, pero alguien que quiera matar simplemente puede usar un lápiz con buena punta y clavarlo en la yugular (te amo John Wick).
El punto es que no se pueden seguir usando las redes sociales como excusa para camuflar lo que una persona realmente es. Recuerden, no son robots los que están detrás del teclado.
Así que, por esa razón, en las redes sociales no está permitido insultar, acosar, extorsionar, amenazar, mentir, difamar, estafar, robar, cometer actos impuros, desear a la mujer del prójimo, no honrar a padre y madre. Tal cual como en la vida.
Pero gran parte de la culpa de que los desadaptados usen las redes sociales como sombrilla para esconder sus retorcidas realidades (como algunos usan las barras bravas para justificar su violencia o las manifestaciones para aprovechar y delinquir) la tiene el mismo hecho que nos condena a todos como colombianos: el eufemismo.
Toda la cultura de este puto país está envuelta en eufemismos y mentiras. Desde pequeño se nos miente y se nos enseña a mentir, con esos cuentos chimbos como el del Ratón Pérez.
Hacerle creer a un niño que un ratón da plata por sus dientes caídos y luego decirle que eran sus padres no es algo que alimenta su imaginación, es un vil engaño que deteriora la confianza de los menores y que les normaliza la mentira y el engaño. Pero ustedes no están preparados para hablar de esto.
Y así vivimos a diario. Ocultando lo que realmente se piensa o diciéndolo de otra manera para no incomodar a nadie. "Porque es que tal vez, por esa posición tuya en redes no te van a contratar". ¿Para qué quiere alguien que lo contraten en un lugar en donde se la tiene que pasar fingiendo y no le van a respetar lo que piensa?
El problema con todo esto es que tarde o temprano sale a la luz todo. Y cuando sale a veces es muy complicado porque hay acumulaciones y pueden ocurrir catástrofes como las que ocurren cuando un niño se da cuenta que el que mete la plata debajo de la almohada es uno de sus padres y no el Ratón Pérez.
Ah, esa maldita condena nuestra: nos importa más el parecer que el ser. Por eso esas vidas perfectas de su Instagram no se pueden creer.
Lo cierto es que, si vivimos así, no sólo le vamos a estar diciendo mentiras a todos todo el tiempo, sino sumándole más y más a todas las que nos decimos a diario.
Deberíamos abandonar los eufemismos. Deberíamos dejar de estar confundiendo la diplomacia con la hipocresía. No deberíamos de dejar de escribir lo que pensamos porque a un amigo o a un jefe le puede llegar a molestar.
La amistad que no puede tolerar las diferencias simplemente no es amistad. A propósito de eso, uno tiene que procurar tener varios amigos que piensen diferente y tratar de comprender su modo de vista. Es la única forma en la que puedes evolucionar.
Si uno solo se rodea de gente que piensa igual a uno, va a estar equivocado toda la vida. Como dijo Frida "nada es absoluto. Todo cambia, todo se mueve, todo gira, todo vuela y desaparece “.
Y como es eso que no se puede hablar ni en redes sociales ni en persona con los amigos sobre los temas que más importan. Claro que se puede, una muy buena amiga de letras (hermosa ella) lo plantea muy bien aquí.
No debería haber miedo. No debería ser un problema poder expresar lo que se piensa desde la base del respeto y con intención de construir un debate. El callar las cosas o disimularlas siempre ha sido el gran fracaso de cualquier tipo de relación. Tenemos el maravilloso regalo del lenguaje y la comunicación, ¿por qué no usarlo bien? ¿Por qué callar?
Pero claro, todo esto es una utopía. Al final siempre tocará comer callado para poder comer.
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