Casi siempre, la gente piensa que una persona positiva es la que solo se enfoca en las cosas buenas y prefiere ignorar, no pensar o dejar a un lado las cosas malas. Que cree que todo lo que va a pasar será únicamente lo mejor, que será perfecto. Que no tiene espacio para los malos pensamientos.
También existen los que llaman resentimiento, odio y ganas de joder a exigir equidad, cuentas, transparencia, coherencia y los derechos mínimos.
En ambos escenarios los conceptos están truncados.
Con toda la autoridad y el poder que nadie me confiere, debo decirles que están equivocados. Y que su equivocación es tan grande que los ciega y no los deja ver la realidad.
Seguramente esto les molestará. Pero no los culpo, entiendo que la mayoría de veces alguien que señala la verdad es más escandaloso, irritable, e inaceptable que la verdad misma.
Para ponerlos en orden, quiero compartirles lo que para mí es en verdad una persona positiva: es alguien que no ignora las amenazas y debilidades, que no se hace el de la vista gorda con lo que está pasando y asume responsabilidades. Que es realista y que, aunque todo esté vuelto mierda, la tristeza lo carcoma y la desilusión le pese, encuentra la manera de seguir adelante y sacarle el lado bueno a la crisis sin olvidarse de sus obligaciones. Es alguien que siempre espera lo mejor, pero que a la misma vez está preparado para lo peor.
¿Y por qué este ‘man’ ahora está hablando de esto?, se preguntarán seguramente los queridos lectores. Y la respuesta es que lo hago para decirles que yo me considero una persona positiva y que lo que están a punto de leer no tiene nada que ver con negativismo.
Muchos piensan que la canción de Hakuna matata del Rey León la hicieron para enviarnos un mensaje de que no teníamos que estar tan afanados y angustiados en la vida. Gran equivocación. Este periodo de la película en el que Simba conoce a sus relajados amigos solo sirve para mostrar que por más que intentemos escapar de los problemas, ellos van a estar ahí si no los enfrentamos y los resolvemos.
Mientras el príncipe vivía en un paraíso tropical “sin preocuparse”, el reino que había abandonado se estaba desboronando y su madre, su mejor amiga de la infancia y todos los animales que lo habitaban sufrían. Claro, él no sabía eso. Pero el hecho de querer dejar todo atrás, de olvidarse de algo que le pertenecía, lo hace muy responsable de la situación.
Y así es como muchos habitan el mundo del positivismo tóxico. Convencidos de que “sin preocuparse es como hay que vivir”, olvidando todo lo esencial. Les cuesta comprometerse, reconocer errores y, para sentirse mejor, simplemente hacen de cuenta que las cosas no existen.
Para muestra, un botón: la pandemia del coronavirus. Millones de personas aseguran que la vida tiene que continuar y que no hay que dejarse doblegar por los problemas, y de esta manera se pasan por la galleta las recomendaciones de bioseguridad que los ayudan a permanecer vivos.
Es que nadie está diciendo que dejen de vivir. Solo se les está diciendo que por ahora (mientras hay un virus del que muy poco se conoce, que es altamente infeccioso y que puede matar a las personas mayores o con problemas médicos) vivan de una manera distinta y tomen precauciones. Está comprobado que si se respetan las medias, el riesgo de contagiarse llega a ser casi nulo.
Por esa irresponsabilidad que se deriva de ese falso positivismo es que nos va a costar más trabajo salir de esta crisis, que se suma a una larga lista de problemas que hemos ocasionado nosotros mismos por nuestra avaricia descontrolada y falta de conciencia.
Esto no lo aseguro yo. Lo señala un grupo de expertos, científicos e investigadores, que publicaron un informe en la revista científica ‘Frontiers in Conservation Science’ en donde pronostican un “futuro espantoso y desolador para la humanidad”.
“Pero claro, yo mejor no miro ni leo esas noticias. Solo cosas malas. No me quiero llenar de negativismo. La vida es bella. Mejor voy a ver quién es el novio de Valerie Domínguez, dizque es un muchacho todo musculoso que le gusta hacer gimnasio. Pero eso como raro que le guste tanto el ejercicio y las dietas. Hasta marica debe ser”.
El falso positivismo es más peligroso y tóxico que el negativismo. El hecho de querer hacer de cuenta que las cosas no están pasando no quiere decir que no estén pasando y si se ignoran el problema es más grave porque se desconocen las herramientas para combatirlo.
¿Qué nos espera a los seres humanos? Pues básicamente una amenaza constante de la extinción de nuestra especie. Por el Cambio Climático, por la desaparición de la vida silvestre, por la contaminación y por la latente posibilidad de que aparezca otra enfermedad que desate una pandemia mucho más mortal.
¿Y por qué nos pasan estas cosas? Pues por nuestra culpa y la incapacidad de tomar responsabilidad real frente a un asunto que ya no hace parte de la ciencia ficción ni de tramas de películas taquilleras.
Como sé que no me van a prestar atención sobre lo que, según los expertos, se debería hacer para intentar cambiar este inevitable futuro, solo quiero decirles algo desde el fondo de mi corazón: piensen muy bien lo que van a hacer con el poco tiempo que nos queda. No lo tiren a la basura como estamos tirando nuestro planeta. No lo malgasten en cosas y personas que no valen la pena. Es un súper cliché, pero es una súper verdad también.
Las cosas no pintan bien a corto y mediano plazo, por lo que hay que sacarle el mayor jugo posible a lo que se tiene hoy (eso sí, con todas las medias para evitar el contagio). Porque si ni siquiera somos capaces de aprovechar ese privilegio, al final solo nos quedará soledad y zozobra.
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