Ir al contenido principal

Manifiesto de lo indecible


La ciudad por la noche no se parece en nada a lo que es en el día. 

Así como uno no logra parecerse casi nunca al que es de día estando de noche. 

Ya bien lo decía Hemingway: "La forma de pensar de las noches no sirve de nada en las mañanas."

En las noches no quedan sino las ruinas y las esperanzas de poder reconstruir lo que no se hizo y corregir lo que se hizo mal. El deseo de querer cambiar algo. El afán de cumplir con eso que no nos deja tranquilos.

Somos tan vulnerables y tan débiles frente a los ataques de los pensamientos represados que se nos vienen encima sin dar tregua y sin medir sus fuerzas.

Todos los recuerdos que parecían olvidados aparecen y todo lo que queríamos recordar parece confuso, lejano y diferente.

Por eso, hay noches en las que no quiero que ella se vaya, en las que quiero que se quede conmigo. En las que olvido todo lo malo y trato de crear estrategias para recomponer lo dañado.

Hay momentos en los que no me siento capaz para continuar sin ella. Siento que ya no seré el mismo otra vez. Que no podré reponerme de su partida. Que me voy a sumergir un letargo entreno, que me voy a quedar solo en una cueva fría y oscura. Que nadie me va a volver a querer así. 

Cada día se acerca más la fecha límite. Su avión partirá y la casa estará vacía. No escucharé sus palabras. No podré verla mientras duerme. No habrá nadie esperando por mi regreso. 

Y todo el amor que prometimos se estancará como el agua en un estuario. 

Y todas las promesas que nos hicimos... 

Tengo miedo. Me siento triste. Quiero llorar. Decir adiós a lo que uno quiere es la parte más fea de todas la partes feas. 

Nos aferramos tanto a las demás vidas, que terminamos por perder la nuestra en esa practica. Nos aferramos tanto a todo,que sin darnos cuenta estamos presos. 

Lo di todo, lo entregué hasta no poder más. Pero ni eso me deja tranquilo porque me ilusioné como nunca antes. Como nunca antes mis ojos se llenaron de alguien sino con ella. 

Pero todo está dicho. Todo está definido. No hay tiempo adicional. Lo sé. 

La lluvia cae. Hace charcos en la calle y yo me miro en su refejo tratando de encontrarme, pero no logro hacerlo. 

No sé en dónde estoy ni a dónde fui a parar. 

No sé si me quedaré en esta noche. Si la noche es eterna. 

No sé cuándo va a amanecer. 

No sé si todo esto me pasa porque cada vez que se acerca el final de algo uno tiende a pensar en el principio y esas visiones florecen lo que uno pensaba que ya estaba muerto. 

No sé si mi nostalgia es la culpable de no querer aceptar completamente que todo lo que pensé que se podía dar y no se dará. 

No sé si logre encontrar mi lugar en el ciclo de la vida. 

Me rindo. El drama me consume, me arrastra y me lleva a lugares que jamás te deseo que vayas. 

No entiendo por qué ni cómo pasó, pero mi pluma me guió hasta ti para decirte lo indecible. No me culpes por eso y perdona. 

Comentarios

  1. Aquellos momentos que parecen cíclicos, algunas veces con viento a nuestro favor, otros con tormentas enteras en contra.

    Aquella mujer que amo y con quién hemos decidido compartir la vida, sin darse cuenta me ha venido enseñando a entregar sin esperar nada de nadie, un antídoto que parece funcionar.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

"El Corazón tiene más cuartos que un hotel de putas"

No sé si fue por que la hizo Gabo en el año en el que nací, cuando escribió ‘El amor en los tiempos del Colera’,  que esta frase que se extrae del mencionado libro, me llegó tanto la primera vez que la leí, hace ya algún tiempo. No sé si fue porque la leí que comencé a pensar que era cierto lo que decía el maestro Gabriel García Márquez, y antes de comenzar a vivir por los andares del amor, acondicioné esa proposición en mi vida.  Tal vez fue por eso, o porque realmente es cierto, que el corazón, o al menos el mío, tiene más cuartos que un hotel de putas. Y es un hotel grande, al que se le pueden unir socios sin términos ni condiciones, y a los que a pocos les expira la membresía; pero también es un espacio que se puede administrar a voluntad y que si es necesario, se puede desocupar para que sólo un huésped sea el dueño. Sin embargo, en esos cuartos, siempre quedarán memorias de lo vivido, de lo que pasó cuando estuvieron alojados, algún objeto que tal vez...

Atrapado en un momento del que no puedo salir

  He tratado de escribir algo memorable desde hace al menos ocho meses, lo juro, pero siempre me quedo en las primeras líneas y no logro concretar nada. Llegué a pensar que era más probable que James Rodríguez durara un año en un mismo equipo antes de que yo pudiera hilar una historia nuevamente. La última vez que terminé un texto extenso fue cuando le escribí la carta a Mafe. Ella dijo: “Pensé que iba a ser más larga”. Y eso que me tardé casi un año escribiéndola. He intentado de todo: cuentos, reflexiones, confesiones, pero no paso del primer párrafo. De hecho, es un logro que haya llegado hasta aquí con este texto. Al principio no me preocupé. Pensé que era normal estar cansado de pasar todos los días ideando estrategias y formas creativas para proyectos. Pero con el tiempo, comenzó a inquietarme no poder escribir. Releí algunos cuentos míos y, en lugar de sentir orgullo, sentí miedo: miedo de no poder volver a escribir así. No entendía lo que me estaba pasando. Últimamente nada...

Cuarenta años y ninguna instrucción

Hace poco pensé en hacer un video que se llamara 40 canciones y 40 películas que recomiendo antes de cumplir 40 años. Luego lo pensé mejor y me pregunté: ¿a quién carajo le importa eso? Seguramente a muy pocos. Después pensé: ¿y yo qué gano con eso? Pues nada. No sé por qué me preocupo. Caer en este reto de “producir contenido” como si fuera un deber, muchas veces sin objetivo claro, nos está distrayendo. En mi caso, no solo al crear, sino también al consumir. Y consumir. Y seguir consumiendo. Estoy tan disperso que hasta olvidé por qué comencé esta entrada. Ah, ya recordé: voy a cumplir 40 años este 26 de septiembre. Hace poco, mientras cenábamos en un restaurante hermoso en Santa Marta, Angie me dijo que me notaba afanado. —Estás más conservador y preocupado que nunca —aseveró con ese tono costeño, fuerte, guajiro, ese que me encanta. Me dijo que parecía preso de una cárcel invisible. —No logro identificar de dónde viene —dijo. —Viene de mí —le respondí, mientras me comía ...