Soy de los que piensa que no se tiene que estar buscando siempre el lado bueno de las cosas en todo. Eso no brinda equilibrio y daña la esencia de lo que tiene que ser. Bajo esa lógica, entonces siempre tendríamos que estar buscándole el lado malo a las cosas buenas.
Las cosas malas son cosas malas, muy pocas de ellas tienen algo positivo. Así como las cosas buenas son cosas buenas y muy pocas de ellas tienen algo negativo.
No hay dolor, tragedia o mal que sea justificable para obtener algo bueno a cambio, y sí es así, entonces es un precio muy caro que hay que pagar, está contaminado y al final no será tan bueno.
Nunca podré verle ese sentido a la vida porque me parece confuso. Menos cuando meten a Dios en ello con esa frase de "mi Dios sabe cómo hace sus cosas", lo dejan ver como a un padre cruel y malvado que le gusta castigar y lanzar tragedias para que sus hijos aprendan lecciones de vida.
Lo que es una mierda es una mierda, hay que aceptarlo, reconocerlo procesarlo y ver qué oportunidades existen para superarlo y seguir.
Sin embargo, hoy me voy a contradecir y voy a actuar como un positivo de pura raza al hablar de "una de las cosas buenas" que ha traído esta miserable pandemia del coronavirus: el teletrabajo. Que es más que una cosa buena, una aceleración de algo que se tenía que dar tarde o temprano porque para allá iba nuestro destino.
Trabajar desde casa cambió la vida para bien
A las personas que como yo hemos tenido la fortuna de poder trabajar desde casa la vida nos ha cambiado para siempre.
Según encuestas realizadas por diferentes consultoras a lo largo del mundo, un 85% de los empleados prefiere seguir trabajando de manera remota una vez se termine la pandemia . Incluso los empleados de Apple (una empresa cuyas instalaciones son de otro milenio) hicieron una carta pidiendo no volver jamás. Datos también muestran que la búsqueda para hacer 'home office' aumentó en un 300%.
¿Y por qué está pasando esto? Pues básicamente porque tenemos una calidad de vida que no teníamos cuando tocaba invertir más de 4 horas de tiempo y estrés en el día para desplazarse hacia la oficina y luego hacía la vivienda.
Eliminar los trancones, el hecho de exponerse a la inseguridad y el tener que salir con mucho tiempo de anticipación para no llegar tarde hace definitivamente que se viva mejor.
Además, no hay como cerrar el computador y saber que no es necesario exponerse a un nuevo viaje después de un agotador día de trabajo.
Hablando de beneficios un poco más personales, para gente como yo, que nació en un pueblo y que tuvo que abandonarlo por carecer de oportunidades para hacer lo que soñaba hacer, es una bendición tener la oportunidad de hacer el trabajo desde su lugar de origen.
Eso no solo permite estar cerca de su familia, sino que brinda un poco de poder adquisitivo al que siempre ha gastado más por ser foráneo.
Y también están esos temas vanales como el hecho de no tener que fingir que todo está bien y sonreír a todos cuando se está teniendo un mal día, o el de tener que vestirse bien todo el tiempo.
Pero más allá de esto, el impacto del teletrabajo también es a nivel global. Pues cifras muestran que los empleados han sido mucho más productivos desde sus hogares. ¿Será porque son un poco más felices?
También, el no tener que ir a una oficina contribuye al medio ambiente. Se gastará menos en servicios públicos y recursos naturales y habrá menos emisiones de gases porque el transporte disminuirá.
Adicional a esto, los recursos que se ahorran anualmente las empresas pagando arriendos y servicios pueden ser invertidos en el bienestar de los empleados como bonos, incentivos, ayuda alimentaria o aumentos de salario, algo que sin duda motiva a un equipo.
Pero las empresas se niegan a escuchar y a evolucionar, ¿por qué?
La pregunta que nace ahora es ¿por qué pese a que las labores no se han visto afectadas al hacerse remotamente y a que la mayoría de los empleados ha dicho que se quiere quedar así, las empresas insisten en volver a la oficina?
La pandemia vino a cambiar las cosas y a adelantar otras que eran inevitables. Querer regresar a la normalidad que conocíamos es una terquedad que se puede terminar pagando más caro de lo que ya lo estamos haciendo con los miles de muertos diarios.
Aprender a vivir con la pandemia nunca ha significado hacerse el de la vista gorda con su existencia, sino adaptabilidad.
Hay que adaptarse a los cambios porque así es la única forma en la que se puede seguir adelante y uno de los cambios infalibles es que la mayoría no queremos volver a una oficina.
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