Ir al contenido principal

Al Calor de los Tragos

Al calor de los tragos uno es quien es, pero solo al calor de ellos, no en sus brazas ni en sus profundidades. Uno tiene que encontrar ese punto perfecto (Yo por ejemplo, lo encuentro casi siempre como al onceavo guaro o en la sexta cerveza, o en el tercer vaso de vodka, o al cuarto ginebra o a los cinco whiskys) No puede ser menos ni más, es un limbo entre la sobriedad y la embriaguez.  

Haz de cuenta que te estuvieran cocinando, entonces tendrían que encontrar tu punto perfecto para poder servirte en la mesa. Como la carne a término tres cuartos que alcanza su máxima expresión, su mejor presentación, su mejor textura y se aprovecha al máximo.

Uno en su estado perfecto se atreve a decir cosas que se esconden en las trincheras de la sobriedad y a hacer cosas que la vergüenza le crítica. No es sencillo mantenerse ahí, de hecho como las puestas de sol,  dura muy poco. Es casi efímero porque la siguiente copa, el siguiente sorbo ya van a alterarte; y por el contrario si decides parar, pues bueno, te reposas en un pasmado sitio del cual es difícil salir.


Se debe  aprovechar este milagro, ese momento de lucidez y buscar con mucho esmero, dedicación y corazón, una muchacha bonita, de cabello negro azabache que le recorra casi toda la espalda, de mirada penetrante y dueña de una sonrisa cautivadora (o bien puedes fijarte en otra muchacha, una rubia de ojos claros, que te enamore de tropezón) y rezar para que todo el universo conspire y se ponga de acuerdo para favorecer que esa mujer llegue al mismo tiempo y en el mismo lugar que tú al calor de los tragos; Después sembrarle un dulce beso en sus provocativos labios y bailar con ella... y cantarle sin reserva y lleno de alegría "De Qué tamaño es tú Amor" de Héctor Lavoe.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

"El Corazón tiene más cuartos que un hotel de putas"

No sé si fue por que la hizo Gabo en el año en el que nací, cuando escribió ‘El amor en los tiempos del Colera’,  que esta frase que se extrae del mencionado libro, me llegó tanto la primera vez que la leí, hace ya algún tiempo. No sé si fue porque la leí que comencé a pensar que era cierto lo que decía el maestro Gabriel García Márquez, y antes de comenzar a vivir por los andares del amor, acondicioné esa proposición en mi vida.  Tal vez fue por eso, o porque realmente es cierto, que el corazón, o al menos el mío, tiene más cuartos que un hotel de putas. Y es un hotel grande, al que se le pueden unir socios sin términos ni condiciones, y a los que a pocos les expira la membresía; pero también es un espacio que se puede administrar a voluntad y que si es necesario, se puede desocupar para que sólo un huésped sea el dueño. Sin embargo, en esos cuartos, siempre quedarán memorias de lo vivido, de lo que pasó cuando estuvieron alojados, algún objeto que tal vez...

Atrapado en un momento del que no puedo salir

  He tratado de escribir algo memorable desde hace al menos ocho meses, lo juro, pero siempre me quedo en las primeras líneas y no logro concretar nada. Llegué a pensar que era más probable que James Rodríguez durara un año en un mismo equipo antes de que yo pudiera hilar una historia nuevamente. La última vez que terminé un texto extenso fue cuando le escribí la carta a Mafe. Ella dijo: “Pensé que iba a ser más larga”. Y eso que me tardé casi un año escribiéndola. He intentado de todo: cuentos, reflexiones, confesiones, pero no paso del primer párrafo. De hecho, es un logro que haya llegado hasta aquí con este texto. Al principio no me preocupé. Pensé que era normal estar cansado de pasar todos los días ideando estrategias y formas creativas para proyectos. Pero con el tiempo, comenzó a inquietarme no poder escribir. Releí algunos cuentos míos y, en lugar de sentir orgullo, sentí miedo: miedo de no poder volver a escribir así. No entendía lo que me estaba pasando. Últimamente nada...

Cuarenta años y ninguna instrucción

Hace poco pensé en hacer un video que se llamara 40 canciones y 40 películas que recomiendo antes de cumplir 40 años. Luego lo pensé mejor y me pregunté: ¿a quién carajo le importa eso? Seguramente a muy pocos. Después pensé: ¿y yo qué gano con eso? Pues nada. No sé por qué me preocupo. Caer en este reto de “producir contenido” como si fuera un deber, muchas veces sin objetivo claro, nos está distrayendo. En mi caso, no solo al crear, sino también al consumir. Y consumir. Y seguir consumiendo. Estoy tan disperso que hasta olvidé por qué comencé esta entrada. Ah, ya recordé: voy a cumplir 40 años este 26 de septiembre. Hace poco, mientras cenábamos en un restaurante hermoso en Santa Marta, Angie me dijo que me notaba afanado. —Estás más conservador y preocupado que nunca —aseveró con ese tono costeño, fuerte, guajiro, ese que me encanta. Me dijo que parecía preso de una cárcel invisible. —No logro identificar de dónde viene —dijo. —Viene de mí —le respondí, mientras me comía ...