Ir al contenido principal

Sueños de café


" Ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía"- Gabo. 

En eso pensaba mientras abordaba el taxi con mi equipaje pesado y un cansancio encima por un largo día. Decidí visitar a una amiga antes de dormir,  aunque dormir era lo último que quería hacer pese a lo cansado que estaba,  porque me pareció triste llegar a la soledad de mi cuarto.

Era la primera vez que ella me recibía en su recinto. Amable y delicada me ofreció una bebida. Yo pedí café.

Tomamos más de 2 tazas de esa bendita bebida mientras explorábamos unos oscuros recuerdos de mi vida.

Se hizo tarde y no quise molestarla más.  Me fui. Llegué a mi cuarto a encontrarme con las cosas que había dejado en desorden y de repente mi mamá,  mi hermano y mi papá aparecieron.

Fuimos a un edificio alto, donde se podía observar la ciudad en todo su esplendor.  Disfruté la vista mientras intentaba beber de un vaso que contenía una bebida que desconocía.

La gente que estaba en el recinto comenzó a pararse. Asustados y llenos de angustia se asomaron a una terraza que estaba en el lugar a mirar al cielo y yo decidí ir con ellos.

Varios aviones de la Fuerza aérea comenzaron a pasar de lado a lado dejando humo en su rastro. Nadie sabía lo que pasaba.

Después,  aviones comerciales aparecieron también y entonces el tránsito aéreo era increíblemente denso.

Todos comenzaron a correr cuando vieron caer el primer avión y así uno sobre otro los aeroplanos empezaron a precipitarse al suelo.

Los jets comenzaron a disparar misiles sin dirección que se estrellaban en edificios aledaños al que estábamos.

Con el presagio de que uno de esos misiles iba a golpearnos busqué con la mirada a mi familia,  pero la estampida los había desaparecido.

Comencé a descender por las escaleras lleno de preocupación. Mis padres y mi hermano ya no estaban y a mi lado se caían señoras y personas a las que quise ayudar pero mi instinto de supervivencia me lo impidió.

Cuando llegué a la carretera había humo por todos lados, gente herida y el caos era inminente.  "Esto es apocalíptico" dijo un señor mientras se secaba el sudor con un pañuelo.

Un par de misiles se estrellaron en el edificio y la explosión fue catastrófica.  Las esquirlas comenzaron a caer como lluvia y retomé alientos para seguir corriendo y estar lejos de ese lugar.
Huí durante mucho tiempo, casi una hora y sin parar, hasta que mis pulmones comenzaron a quemarse.

Tenía el alma achicharrada, no sabía lo que pasaba. Me quedé sólo. La Preocupación por mi familia me apretujaba el corazón.

Comencé a caminar hasta que llegué a un lugar campestre donde estaba una casa grande y antigua.
Era un sitio lujoso y muy bonito. Tenía aspecto de hotel pero estaba completamente cerrado. Yo intenté entrar de todas las maneras posibles pero no lo logré.

De repente comenzó a pasar gente,  eran pocos y estaban heridos y desesperados. Les pregunté a dónde se dirigían y uno de ellos me contestó " lejos de esa nube que viene para acá,  los está matando a todos".

Yo me di vuelta para ver y descubrí lo que pasaba. Mi angustia incrementó y comencé a golpear fuerte la puerta hasta que un anciano de unos 80 años pero intacto, que vestía completamente de blanco, me dejó entrar.

Pude ver por las ventanas como la nube comenzó a matar a la gente que corría en cuestión de minutos.  Fue rápido y certero el paso de aquel fenómeno que dejó sólo cadáveres en su andar.

Sufrí un ataque de pánico,  vomité y comencé a llorar. El hombre de blanco me dio un té caliente y me prestó ropa nueva. Me explicó lo que sucedía pero no podía escucharle nada de lo que me decía,  estaba en shock.

Nos montamos en un camioneta antigua el hombre de blanco, diez mujeres como de 50 años aproximadamente todas y yo.

Ellas se cubrieron la cara con mantos y tenían la cabeza siempre abajo ocultando el rostro,  no dijeron una palabra.

Anduvimos un rato hasta llegar a un jardín enorme lleno de arcos y plantas que ya estaban muertas. 
Parecía un lugar muy viejo y desatibado.  El hombre de blanco nos indicó el camino y las mujeres decidieron caminar adelante.

Yo sólo pensaba en mi familia,  en mis padres, en mi hermano,  en mis abuelos, tíos y primos.  Mis perros me afanaban y la suerte de mis amigos también.

Mientras navegaba en miles de conjeturas sobre el destino de mis cercanos un grito aterrador me detuvo. 

Las mujeres pisaron el agua que corría por un camino del jardín y se convirtieron en piedra de inmediato.

El hombre de blanco lamentó lo ocurrido pero aceleró el paso. Saltamos los charcos de agua hasta llegar a una escalera que conducía a un subterráneo.

Bajamos hasta que la luz se fue y llegamos a una guarida en donde se escondían varias personas,  pero no muchas.

Al abrir la puerta el hombre que lo hizo me miró de manera extraña y dijo con rabia " esperábamos a más gente". El hombre de blanco le contestó : " ya no vendrán hijo"

Entramos y la luz era tenue.  Todos estaban en una mesa y comenzaron a hablar de lo sucedido mientras servían comida.  Una joven muy hermosa de pelo rojo me paso un plato con bastante comida.

Le di las gracias tímidamente y estupefacto.  Un hombre, que parecía uno de los líderes del grupo y que tenía una barba muy poblada me dijo con la boca llena de comida : "debes estar  hambriento, come sin pena y tranquilo".

Comencé a comer un poco más calmado y le pregunté a la peli roja por la situación. Ella tomó mi mano y comenzó a explicarme pausadamente "estamos a salvo aquí, hay reservas para mucho tiempo. Eres un afortunado por estar vivo y con nosotros. Las cosas ya no serán igual, hacemos parte de....."

De repente,  abrí los ojos y aún tenía puesta la ropa del día anterior.  Me había quedado dormido organizando el desorden y no me di cuenta en qué momento me sumergí en ese bizarro sueño de café.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

"El Corazón tiene más cuartos que un hotel de putas"

No sé si fue por que la hizo Gabo en el año en el que nací, cuando escribió ‘El amor en los tiempos del Colera’,  que esta frase que se extrae del mencionado libro, me llegó tanto la primera vez que la leí, hace ya algún tiempo. No sé si fue porque la leí que comencé a pensar que era cierto lo que decía el maestro Gabriel García Márquez, y antes de comenzar a vivir por los andares del amor, acondicioné esa proposición en mi vida.  Tal vez fue por eso, o porque realmente es cierto, que el corazón, o al menos el mío, tiene más cuartos que un hotel de putas. Y es un hotel grande, al que se le pueden unir socios sin términos ni condiciones, y a los que a pocos les expira la membresía; pero también es un espacio que se puede administrar a voluntad y que si es necesario, se puede desocupar para que sólo un huésped sea el dueño. Sin embargo, en esos cuartos, siempre quedarán memorias de lo vivido, de lo que pasó cuando estuvieron alojados, algún objeto que tal vez...

La pertinencia, el secreto de la vida

  Le pedí a una AI que hiciera una imagen con base a esta entrada y este fue el resultado. Vivir parece simple: respirar, comer y beber con moderación, y existir. Pero la vida se complica cuando nos preguntamos por qué estamos aquí, y esas preguntas nos asaltan en los momentos más inesperados, como cuando nos duchamos, lavamos los platos, viajamos en avión o intentamos dormir. Es como abrir un buzón de Instagram después de publicar una foto provocativa con el texto "Hazme una pregunta". Llegan cientos de preguntas, pero las respuestas son tan vagas que no aclaran nada. A veces, ni siquiera tienen que ver con lo que preguntamos, sino que nos confunden más, dejándonos con más dudas que al principio. Todos tenemos alguna forma de escapar de esas preguntas. Nos llenamos de actividades, obsesionados con hacer algo todo el tiempo, como si huyéramos de algo, aunque no lo admitamos. Para mí, el licor ha sido mi escape durante mucho tiempo. Lo he usado para calmar las preguntas sin re...

La visita de las libélulas negras

I El día que recibió la visita de las libélulas negras se despertó a las 7 de la mañana, una hora más tarde de lo que regularmente lo hacía, porque fue atrapada en un sueño donde se veía a si misma cortar flores blancas para después ponérselas en forma de corona a un sombrero de paja que su abuela le había regalado cuando era muy joven. Invadida por la insoportable nostalgia que producen los recuerdos añejados con el paso de los años, encontró vacio el otro lado de la cama y supo que su esposo ya se había ido a trabajar. Se paró del lecho para después arrodillarse ante una imagen de la virgen del Carmen que estaba colgada al lado de donde ella dormía, sacó debajo de su almohada un rosario de madera que una monja le había regalado muchos años atrás, prendió un velón que había sido bendecido por el cura Gabino y se dispuso a cumplir con el ritual  más antiguo que tenía en su vida. Culminado esto, se tomó un vaso de sábila que  su mucama había dejado encima de ...