Nota: Importante que quede claro que no quiero generalizar.
Nadie sabe qué quieren las mujeres. Así son ellas, tú lo sabes, caprichosas, como la pelota. Tal vez por eso nos gustan tanto ambas, aunque la pelota es en su mayoría de veces más agradecida cuando se le trata bien. Mientras que ocurre lo contrario con las mujeres. Sin embargo, puede que me equivoque.
Me he puesto a pensar detalladamente en el comportamiento de una muestra, de un grupo de mujeres que he venido observando, estudiando y obviamente con las que he compartido bastante tiempo, y llegué a la conclusión de que se puede analizar la conducta de la mujer desde su gusto musical.
Mira, puede que suene un poco pretencioso de mi parte hacer las veces de antropólogo, pero tengo una teoría que quiero compartir: Las mujeres pretenden y dicen añorar canciones de Queen, de los Beatles, U2, Radiohead, Guns N’ Roses, R.E.M, The Police, Oasis, Pink Floy, Daft Punk etc.… y de grandes compositores y maestros que han utilizado el don de la hipersensibilidad para hacer las monstruosas creaciones que estarán por los siglos de los siglos.
Las mujeres, en su gran mayoría, ellas dicen admirar lo profundo y lo sentimental, lo cursi y las historias de amor bien contadas. Pero al final, esa gran mayoría, se termina enloqueciendo con un Reguetón. Es decir, ningún otro género les produce lo que un Reguetón. Las vuelve locas, las libera, las transforma, las exorciza, son como cometas con pita infinita.
Un Reguetón, querido, un Reguetón que es lo más fácil, burdo, mediocre y chambón de la música. Al final ellas prefieren ese género por encima de cualquier otro. Y uno las ve y se pone a pensar “Si hablas mierda morronga”.
Lo mismo les sucede con los hombres. Dicen querer una persona sensible, un caballero, que sea amable, que las escuche, que las comprenda, que las acompañe, que les pregunte cómo estuvo el día y se queden en la noche con ellas, que levanten la tapa para orinar , que sean puntuales pero que las esperen, que no sean perros y que en sus ojos solo brille su reflejo…. Bueno, en fin, una serie de requisitos que los reúnen ahora en las historias de vampiros modernas, o en toda esa “literatura” contemporánea que leen las adolescentes (o las que aún pretenden serlo) y que después se convierten en “grandes” producciones cinematográficas.
Pero ese príncipe azul que tanto añoran y tanto profetizan, nunca llega (no porque no llegue, sino porque no lo quieren ver cuando llega) y al final, casi siempre se terminan quedando con un hombre parecido a un Reguetón. O en su defecto, con ambos.
Lo más inaudito de todo, no es esa contradicción viviente en la que se la pasan, sino que tienen el descaro de quejarse y lamentarse después de eso.
“El Reguetón es una delicia bailarlo” Me dice una de ellas. “Sobre todo, cuando una está borracha” puntualiza. A bueeenooooo, ¿a qué jugamos? Se sienten eufóricas mientras que escuchan la prosa de un hombre que les habla mal… eso las mueve, las hace vibrar.
Yo veo nada de malo, es lo que les gusta. Pero ¿por qué se quejan? ¿Por qué dicen que necesitan y quieren otros géneros de música si al final se van quedar con un Reguetón? Si les gusta háganlo, pero no se quejen, ni lloren, ni se pregunten “¿por qué?”.
Si no se dan cuenta, dañan todas las oportunidades. Se cagan todo. Y a los manes decentes (como yo) nos toca aplicar las leyes de la selva para poder comer. Es decir, nos tenemos que volver un Reguetón o en su defecto, todas terminan creyendo al final que todos los pop, rock, funk, dance, house, y los grandes géneros que hay, somos Reguetón.
O peor aún y eso es lo que más me preocupa y que pude rescatar de este estudio, dicen que les gusta otros géneros, llenan su playlist con esos géneros, pero al final nada las hace más feliz que un Reguetón. Es decir, tienen al hombre decente de fachada, pero a quien se gozan de verdad, es al hombre que esconden y que se parece un Reguetón. ¡Santas morrongas, es lo que son!
Normal, piden algo perfecto, pero lo que las termina divirtiendo realmente es algo mediocre. Algo que no pueden poseer, que sea guache, con arete de diamante y una camiseta sin mangas. Les gusta lo común, pero piden lo extraordinario.
“Si el Reguetón me promete una buena revolcada, me lo quedo y después veo cómo lo educo. Si me divierte vale la pena intentarlo”. Me dijo una mujer a la que le planteé la tesis.
Y ese es otro problema. Las mujeres confunden la diversión con esa vocación de madres que llevan dentro y que a veces las hace meter en lugares tan obscuros con la intención de aclararlos. Bueno, esa vocación de madre y de controladoras.
Les encanta sentir que pueden cambiar a los gamines, que pueden domesticar el mono, que pueden domar la bestia. Pero cuando se encuentran uno a la medida, lo rechazan y se aburren.
Entonces conozco varias mujeres así, se contradicen diciendo “Hola”. Se hacen las santas con los manes bien, que la mayoría de veces terminan pagando los platos rotos, pero se lo sueltan a un Reguetón cuando están borrachas, “porque es más rico”.
Y poco a poco, entran en una metamorfosis de mujeres a Santas Morrongas.
Y tú amigo ¿qué género quieres ser?
Nadie sabe qué quieren las mujeres. Así son ellas, tú lo sabes, caprichosas, como la pelota. Tal vez por eso nos gustan tanto ambas, aunque la pelota es en su mayoría de veces más agradecida cuando se le trata bien. Mientras que ocurre lo contrario con las mujeres. Sin embargo, puede que me equivoque.
Me he puesto a pensar detalladamente en el comportamiento de una muestra, de un grupo de mujeres que he venido observando, estudiando y obviamente con las que he compartido bastante tiempo, y llegué a la conclusión de que se puede analizar la conducta de la mujer desde su gusto musical.
Mira, puede que suene un poco pretencioso de mi parte hacer las veces de antropólogo, pero tengo una teoría que quiero compartir: Las mujeres pretenden y dicen añorar canciones de Queen, de los Beatles, U2, Radiohead, Guns N’ Roses, R.E.M, The Police, Oasis, Pink Floy, Daft Punk etc.… y de grandes compositores y maestros que han utilizado el don de la hipersensibilidad para hacer las monstruosas creaciones que estarán por los siglos de los siglos.
Las mujeres, en su gran mayoría, ellas dicen admirar lo profundo y lo sentimental, lo cursi y las historias de amor bien contadas. Pero al final, esa gran mayoría, se termina enloqueciendo con un Reguetón. Es decir, ningún otro género les produce lo que un Reguetón. Las vuelve locas, las libera, las transforma, las exorciza, son como cometas con pita infinita.
Un Reguetón, querido, un Reguetón que es lo más fácil, burdo, mediocre y chambón de la música. Al final ellas prefieren ese género por encima de cualquier otro. Y uno las ve y se pone a pensar “Si hablas mierda morronga”.
Lo mismo les sucede con los hombres. Dicen querer una persona sensible, un caballero, que sea amable, que las escuche, que las comprenda, que las acompañe, que les pregunte cómo estuvo el día y se queden en la noche con ellas, que levanten la tapa para orinar , que sean puntuales pero que las esperen, que no sean perros y que en sus ojos solo brille su reflejo…. Bueno, en fin, una serie de requisitos que los reúnen ahora en las historias de vampiros modernas, o en toda esa “literatura” contemporánea que leen las adolescentes (o las que aún pretenden serlo) y que después se convierten en “grandes” producciones cinematográficas.
Pero ese príncipe azul que tanto añoran y tanto profetizan, nunca llega (no porque no llegue, sino porque no lo quieren ver cuando llega) y al final, casi siempre se terminan quedando con un hombre parecido a un Reguetón. O en su defecto, con ambos.
Lo más inaudito de todo, no es esa contradicción viviente en la que se la pasan, sino que tienen el descaro de quejarse y lamentarse después de eso.
“El Reguetón es una delicia bailarlo” Me dice una de ellas. “Sobre todo, cuando una está borracha” puntualiza. A bueeenooooo, ¿a qué jugamos? Se sienten eufóricas mientras que escuchan la prosa de un hombre que les habla mal… eso las mueve, las hace vibrar.
Yo veo nada de malo, es lo que les gusta. Pero ¿por qué se quejan? ¿Por qué dicen que necesitan y quieren otros géneros de música si al final se van quedar con un Reguetón? Si les gusta háganlo, pero no se quejen, ni lloren, ni se pregunten “¿por qué?”.
Si no se dan cuenta, dañan todas las oportunidades. Se cagan todo. Y a los manes decentes (como yo) nos toca aplicar las leyes de la selva para poder comer. Es decir, nos tenemos que volver un Reguetón o en su defecto, todas terminan creyendo al final que todos los pop, rock, funk, dance, house, y los grandes géneros que hay, somos Reguetón.
O peor aún y eso es lo que más me preocupa y que pude rescatar de este estudio, dicen que les gusta otros géneros, llenan su playlist con esos géneros, pero al final nada las hace más feliz que un Reguetón. Es decir, tienen al hombre decente de fachada, pero a quien se gozan de verdad, es al hombre que esconden y que se parece un Reguetón. ¡Santas morrongas, es lo que son!
Normal, piden algo perfecto, pero lo que las termina divirtiendo realmente es algo mediocre. Algo que no pueden poseer, que sea guache, con arete de diamante y una camiseta sin mangas. Les gusta lo común, pero piden lo extraordinario.
“Si el Reguetón me promete una buena revolcada, me lo quedo y después veo cómo lo educo. Si me divierte vale la pena intentarlo”. Me dijo una mujer a la que le planteé la tesis.
Y ese es otro problema. Las mujeres confunden la diversión con esa vocación de madres que llevan dentro y que a veces las hace meter en lugares tan obscuros con la intención de aclararlos. Bueno, esa vocación de madre y de controladoras.
Les encanta sentir que pueden cambiar a los gamines, que pueden domesticar el mono, que pueden domar la bestia. Pero cuando se encuentran uno a la medida, lo rechazan y se aburren.
Entonces conozco varias mujeres así, se contradicen diciendo “Hola”. Se hacen las santas con los manes bien, que la mayoría de veces terminan pagando los platos rotos, pero se lo sueltan a un Reguetón cuando están borrachas, “porque es más rico”.
Y poco a poco, entran en una metamorfosis de mujeres a Santas Morrongas.
Y tú amigo ¿qué género quieres ser?
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