Querido viejo, no te vayas. Has reparado mi corazón luego de tenerlo roto casi toda mi vida.
Sé que es egoísta de mí parte no entender tu decisión y pensar en mí felicidad y no en la tuya, sé que si te pido que te quedes y tú lo haces, posiblemente te este arrojando al borde de la cornisa de donde te van a empujar en el primer fracaso que tengas.
Pocas cosas se pueden comparar con los momentos que me hiciste vivir. El aprendizaje que me dejaste, es un Potosí.
Pude ver gracias a ti un mundo mágico en donde todos parecían sentir lo mismo que yo he sentido desde que conozco el fútbol y a la Selección. Uniste corazones y plegarias que se transformaron en una sola, obligaste de la manera mas hermosa a la gente a querer una camiseta y me inflaste el pecho de un orgullo indescriptible.
Viejo, en tu mirada, en esos ojos que se inundaron de lágrimas por la felicidad y la tristeza, pude ver la nobleza y la bondad de tu sabiduría y en alguna oportunidad, no muy lejana, le escuché decir a Valdano en una conferencia (donde explicaba según él los 11 poderes del líder y que te puso como ejemplo además), que tú jamás has tenido que alzar la voz para manifestar tus emociones pero que con el poder de tus palabras y el respeto que te ganas por tu honestidad y transparencia, la gente que anda a tu lado sabe cuando no estás contento y le tiemblan las piernas del miedo que sienten. Quisiera ser como tú.
Siempre estuviste al margen de las peleas en las que te querían meter, jamás te dejaste tentar. Tu gallardía de oro aplacó cualquier insulto que se te hizo.
Fuiste un ejemplo de trabajo, humildad y honestidad que puso a jugar a un equipo con magia, alegría y pertenencia. Las batallas que perdiste, las perdiste con las botas puestas y pese a la derrota mantuviste la misma actitud que tenias cuando ganabas. Quisiera ser como tú.
Viejo no te vayas, va a ser difícil no volver a verte sentado, sufriendo y viviendo el fútbol como se debe hacer. Impartiendo órdenes y arreglando situaciones. Actuando en vez de hablar y hablando de la manera correcta sólo cuando es preciso hacerlo.
Pero si te vas, quiero darte las gracias por permitirme llenar de historias lindas mis recuerdos para poder contárselas más adelante a los que no estuvieron presentes, como mi abuelo lo hizo conmigo al contarme las hazañas precisamente de dos de tus más honorables compatriotas, Don Alfredo y el Maestro Pedernera.
Has escrito una maravillosa leyenda, has cambiado nuestra historia y has tenido el suficiente talento para manejar la mejor generación de futbolistas de este país sin ningún escándalo o problema como estábamos acostumbrados.
Tal vez por eso muchos no te querían, porque los sacaste del pantano al que estábamos acostumbrados a vivir, porque desenredaste la maraña y aboliste la hipocresía.
Ahora quedará ese complejo inevitable de tener que compararte con todos los que vengan, ahora quedará esa sed de victoria que nos diste y que nos aplacaste a la vez. Tu legado no se podrá borrar.
Gracias Don José, por todo, nunca te olvidaré.
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