No es preciso mencionar lo mucho que habían bebido esa
noche para comprender su locura. Pese a estar ebrios, siempre han estado locos. Sin embargo, es válido contar que acabaron con
casi tres botellas de vodka, una de ellas tenía 80% de alcohol, también se
tomaron una de crema de licor de café, media canasta de cerveza y se fumaron
dos cajas de cigarrillos.
Era pasada las 2 de la mañana y una fuerte tormenta comenzó
a asomarse. Lo relámpagos aclaraban la noche y el sonido de los rayos
ensordecían de vez en cuando.
Por supuesto, ellos no tenían conciencia de lo que pasaba y
no conformes con todo lo que habían ingerido, se dedicaron a dar vueltas alrededor
de la piscina descalzos y sin camisa, para alterar aún más el estado del que
estaban presos y llevar al punto máximo su locura.
Uno de ellos resbaló peligrosamente al borde de la pileta
pero por suerte alcanzó a esquivar lo que hubiera sido una catastrófica lesión
en el cráneo. Muertos de la risa decidieron lanzarse a la piscina para recibir
las fuertes gotas que comenzaban a caer.
El aguacero duró poco, fue una especie de "espanta
bobos", sólo que no surgió efecto alguno con esos idiotas ebrios que
parecían haberse llenado de más energía con él. Mojados y con tan sólo una
pantaloneta puesta salieron a correr a la calle en plena madrugada y en
compañía de un cuncho de vodka que aún sobrevivía en una de las botellas.
Cuando llegaron a la pollería se detuvieron, los tres
muertos de la risa, comenzaron a sentirse atraídos por las travesuras.
Observaron que seis canecas repletas de basura estaban al frente del negocio
para que los del aseo las recogieran a eso de las cinco de la mañana y entonces
perdieron el control y comenzaron a regar todos los residuos en la entrada de
la pollería.
Hicieron tanto escándalo y tanta bulla y tanto desorden
que los homosexuales que vivían en la peluquería de al lado tuvieron que
suspender sus actividades sexuales para asomarse por la ventana a ver lo que
pasaba.
La basura volaba de un lado a
otro y las bolsas negras que la contenían comenzaban a romperse. Uno de
los peluqueros llamó a la policía para avisarle y solicitar ayuda, pero al otro
lado de la línea le contestaron: "no vamos a volver a caer en la trampa y ya les hemos dicho que no hacemos ningún tipo de baile, somos policías de verdad".
Los tres ebrios locos estaban rapados y sus calvas se podían
ver brillantes cuando salieron corriendo sin parar de carcajearse y con una
tremenda libertad teñida de cinismo. Avanzaron cuatro cuadras cuando un fuerte
grito los detuvo: -"Alto ahí o abrimos fuego",
dijo un soldado.
Un escuadrón del ejército
regresaba de hacer patrulla en el sector rural aledaño al pueblo y se
topó con el alboroto. Ellos pensaron que se trataba de algún subversivo que se
metió en la comunidad a hacer estragos y por eso se dieron a perseguirlo.
Cuando los calvos ebrios voltearon
a mirar, cuatro hombres apuntaban sus rifles hacía ellos.
-"Somos gente de bien.
No nos haga nada, sólo estamos ebrios", dijo uno de ellos para defenderse.
El escuadrón se los llevó y
cuando iban caminado para el batallón, donde seguramente hubieran sido
curiosamente castigados, un señor dueño de un reconocido negocio del pueblo
salió a ver lo que pasaba e interfirió por ellos para que no se los llevaran.-“Doy
fe por ellos. No es necesario que se los lleven, son gente de bien, sólo están ebrios",
dijo.
Los soldados se convencieron de eso y como castigo pusieron
a los tres calvos a recoger la basura que habían tirado.
Cuando los ebrios, que aún no eran conscientes lo de lo que
pasaba, comenzaron a arreglar el
desorden y a levantar las bolsas, estas se estallaron y salieron a volar
miembros mutilados de cuerpo humano y varias cabezas sin ojos llenas de semen,
con tan sólo los orificios por donde comenzó a salirse ese líquido.
Los militares, que estaban fumando mientras se burlaban de los calvos haciendo oficio, quedaron estupefactos al ver el hecho. Tardaron en reaccionar porque no daban crédito a lo que ocurría, pero luego recordaron que la basura correspondía a alguno de los locales, la de la pollería o la de la peluquería, y de inmediato se dividieron. Unos entraron a la pollería e irrumpieron en busca de culpables, otros encontraron a los peluqueros desnudos y amarrados a una cama, y los calvos salieron corriendo muertos de la risa porque aún no entendían lo que pasaba.
Comentarios
Publicar un comentario