La noche antes que fui a acompañar a Ernesto a hacer la
diligencia que nos cambiaría la vida, había bebido bastante vino, por lo que no
pude dormir mucho.
Nuestra cita fue temprano, apenas cuando el alba se asomaba.
Rentamos un hermoso y lujoso Jeep rojo que se veía muy bien.
-Está bien este,
¿verdad?- Preguntó Ernesto
-Muy bien. Pero no sé si sea lo apropiado para no llamar la atención- Le respondí.
-Muy bien. Pero no sé si sea lo apropiado para no llamar la atención- Le respondí.
Partimos de Bogotá cuando el sol ya estaba saliendo y
tomamos la carretera que nos llevaría a Viotá para buscar al perro que se había
perdido.
Un año atrás Ernesto lo había encontrado y rescatado de unas
terribles condiciones. Lo cuidó, le recuperó las heridas de la piel, le paró un
flujo infeccioso que le escurría de los ojos, lo alimentó, lo sacó del estado
de desnutrición y le entregó el amor infinito que se le suele dar a los perros
cuando se aman de verdad.
-De todos los perros que he rescatado, es este el que más he
querido. Sin duda alguna, ha sido mi favorito- Me decía Ernesto mientas
atravesábamos 'El Charquito' en medio de un fétido e insoportable olor que se
desprendía del Río Bogotá.
- Lo entiendo, pero hay que estar preparados para todo- Le
respondí
-Sí, eso lo sé.
-Que peste hace, que inmundo debe ser trabajar o vivir por aquí.
- Es imposible. Se deben usar máscaras.
-Las vacas que pastan ahí ¿Tomarán de esa agua?
-Creo que es lo más probable.
-La carne de esa vacas va a saber inmunda.
-Sí, eso lo sé.
-Que peste hace, que inmundo debe ser trabajar o vivir por aquí.
- Es imposible. Se deben usar máscaras.
-Las vacas que pastan ahí ¿Tomarán de esa agua?
-Creo que es lo más probable.
-La carne de esa vacas va a saber inmunda.
Atravesamos el Salto del Tequendama en medio de una espesa
neblina que se apropiaba de la carretera y que ya había tapado las montañas.
Vimos el hotel del Salto que queda ahí. Lucía solitario y
tenebroso. Y de un aspecto lúgubre.
-Oí que lo están reparando- dijo Ernesto mientras conducía
en medio de la neblina.
- ¿El hotel? Eso es absurdo.
-Lo sé, no hay ninguna posibilidad de que me vaya a quedar ahí en algún momento.
-¿Quién podría quedarse ahí? ¿Para qué? ¿Qué paquete se podría ofrecer? ¿El de poder ver y escuchar almas en pena? Eso se construyó en 1928 y está abandonado desde hace rato porque no tienen ningún atractivo turístico, más que el olor a mierda de este río. Ernesto soltó risas.
- ¿El hotel? Eso es absurdo.
-Lo sé, no hay ninguna posibilidad de que me vaya a quedar ahí en algún momento.
-¿Quién podría quedarse ahí? ¿Para qué? ¿Qué paquete se podría ofrecer? ¿El de poder ver y escuchar almas en pena? Eso se construyó en 1928 y está abandonado desde hace rato porque no tienen ningún atractivo turístico, más que el olor a mierda de este río. Ernesto soltó risas.
Bordeamos el tenebroso hotel y
pudimos ver algunos trabajadores que estaban dentro, modificando algunas cosas
y pintando. Pero también pude ver a una niña de al menos unos 7 años que me
volteó a mirar. No le dije nada a Ernesto y pensé que el cansancio de no
haber dormido casi y la resaca del vino, le estaban jugando una mala pasada a
mi imaginación. De todas maneras, ¿Qué podría estar haciendo una niña a esa
hora de la mañana en ese lugar? Y si por algún momento fuera verdad que la vi,
se trataría de la hija que algún trabajador que no la pudo dejar con nadie y se
la llevó con él. No había de qué preocuparse.
Después de sacar mis conjeturas y calmarme, me di cuenta que
estábamos parados por más de media hora.
-¿Qué será lo qué pasó? Espero que no sea nada grave, porque
llegaremos tarde- dije un poco fastidiado.
- No sé, pero yo espero lo mismo- me respondió Ernesto mientras tomaba agua de una botella.
- No sé, pero yo espero lo mismo- me respondió Ernesto mientras tomaba agua de una botella.
Páramos a una de las vendedoras que estaba en la
carretera para preguntarle si sabía algo. Ella nos dijo que iba para
largo porque se había presentado un accidente más adelante.
Al cabo de dos horas y media de espera, mientras cada uno
pudo dormir de a ratos, y yo tomaba algunas cervezas que llevé para el camino
para aliviar la resaca, nos pusimos en marcha nuevamente.
Llegamos al medio día al hermoso pueblo de Mesitas del
Colegio y nos dimos a la tarea de buscar algo para almorzar.
Una vez instalados en un restaurante, el cielo se rompió.
Comenzó a llover tan duro, que no se podía distinguir si las gotas caían de
arriba o salían del asfalto.
-Ahora hay que esperar a que deje de llover un rato, no
pienso mojarme- dijo Ernesto.
-Pero si esas gotas parecen no mojar.
Después del comentario en broma, no sé por qué se me ocurrió decirle a Ernesto que fuéramos al cementerio del pueblo.
-Pero si esas gotas parecen no mojar.
Después del comentario en broma, no sé por qué se me ocurrió decirle a Ernesto que fuéramos al cementerio del pueblo.
-Usted está loco. ¿A qué carajos vamos a ir al cementerio?
¿De dónde se le ha ocurrido esa idea? dijo él extrañado.
- No lo sé, solo lo pensé. Quise ir de repente al cementerio.
-Loco. Usted está loco.
- No lo sé, solo lo pensé. Quise ir de repente al cementerio.
-Loco. Usted está loco.
Más tarde, de ver llover por una hora y devorar el almuerzo,
vimos la iglesia central del pueblo y quise visitarla. La lluvia había
disminuido y las gotas ya no eran tan fuertes. Pedí un Carajillo y la mesera me
sirvió el café caliente y me trajo una copa de aguardiente aparte. Probé el
café primero y me supo rico. Después tomé la copa, la olí y pude sentir todo el
anís del aguardiente penetrar mis sentidos. Lo mezclé con el café y me lo tomé tranquilamente.
Pagamos y salimos paraa la iglesia.
La entrada estaba un poco sucia y había una mesa con un
mantel de color violeta brillante. En el pasillo central que se armaba entre
las bancas del recinto, había pedazos de plumas tirados, algunos pelos cortos blancos y tela blanca
rasgada.
-¿Qué mierda es eso? Hablé en voz alta mientras me lo
preguntaba.
- No lo sé. Los católicos están locos Alfonso- dijo Ernesto sorprendido.
- No lo sé. Los católicos están locos Alfonso- dijo Ernesto sorprendido.
La arquitectura de la iglesia era linda pero estaba muy
descuidada. Lucía sucia en algunos sectores y además estaba llena de santos por
todos lados, lo que daba la impresión de
que todo estaba amontonado.
No había nadie más que un señor en la primera banca y yo
aproveché la exposición del Altísimo para inclinarme y orar un rato con los
ojos cerrados.
Una vez terminé y abrí los ojos, pude notar que una niña salió
de atrás del altar y comenzó a prender con unos fósforos unos velones altos que
estaban al frente.
Por un momento me pareció normal, hasta que caí en cuenta que
esa niña se parecía a la que había visto cuando pasamos por ese hotel siniestro
del Salto. La niña me volvió a mirar.
Salí de la iglesia asustado y le conté lo que pasaba a
Ernesto.
-Acabo de ver una niña prender unos velones. Creo que esta
niña está muerta, creo que vino a orar por ella misma. Me parece súper raro,
creo haberla visto también en el Salto.
-¿Qué mierda se ha fumado? Alfonso deje ya de hablar tantas maricadas y más bien miremos cómo vamos a llegar al destino porque aún estamos lejos.
-¿Qué mierda se ha fumado? Alfonso deje ya de hablar tantas maricadas y más bien miremos cómo vamos a llegar al destino porque aún estamos lejos.
Cuando le iba a refutar para que me creyera, de la calle
principal apareció una pequeña procesión de personas vestidas de negro y con
mantas en la cara. Aún llovía y vimos cómo un grupo de hombres cargaba un ataúd
mediano mientras las gotas golpeaban la madera y los seguía empapando.
-¡Mierda! es un entierro. Será mejor que nos vayamos antes
de que nos coja- Dijo Ernesto.
Nos pusimos en marcha pero no dábamos con el destino.
Teníamos que llegar a Viotá para después buscar unas tres veredas más y llegar
a una pequeña finca donde se suponía estaba el perro.
Después de que Ernesto lo salvó lo puso en adopción, como
hacía con todos los perros que salvaba, pero la familia que se llevó al que
estábamos buscando, su favorito, no cumplió con el trato y decidió enviarlo con
unos familiares meses después de adoptarlo.
Ernesto había intentado tener noticias del perro muchas
veces, pero jamás le respondían nada concreto. Así que decidió averiguar dónde
quedaba el lugar y consiguió algunas señas, que aunque no eran precisas,
nos daban una pista para encontrarlo y rescatarlo nuevamente. Me pidió el favor
que lo acompañara varias veces, pero no había logrado sacar tiempo para hacerlo
hasta ese día.
- ¿Cómo putas vamos a hacer para llegar allá? Dijo Ernesto
alterado.
-Preguntando- Respondí - Es la única manera.
-Preguntando- Respondí - Es la única manera.
Antes de llegar a Viotá comenzamos a buscar las veredas de
Java y La Victoria, tomamos un camino que queda por ‘El Prado’, pero era muy difícil saber dónde se estaba
porque no habían señalizaciones. Páramos a preguntarle a una anciana para que
nos ayudara a ubicar y esta apenas vio
el Jeep, se le tiró encima, abrió la puerta y entró al carro para que la
lleváramos con nosotros.
-Anden, anden- nos dijo- Yo los llevo hasta donde es.
Después de guiarnos por una carretera inhóspita, se bajó del
carro y nos indicó por donde seguir.
Hicimos caso a sus recomendaciones y
llegamos a donde otras personas para preguntarle si conocían el lugar que estábamos
buscando. Estas personas hicieron lo mismo que la anciana y se montaron al
carro para que las lleváramos.
Así estuvimos casi una hora, dando vueltas por todos lados.
Perdidos, sin saber dónde estábamos y sin tener la certeza de a dónde
iríamos. La gente nos miraba extraño, era poco usual ver un carro así por ahí.
Nos metimos por una carretera por dónde nos habían dado la
última instrucción y vimos a una bella adolescente venir caminando sola.
-¿Qué hace una niña de su edad a esta hora, andando por este
lugar? Pregunté indignado como si alguien estuviera pendiente de mi análisis
moral.
-Posiblemente venía de chupárselo a alguien- aseguró Ernesto y echamos a reír mientras avanzamos unos trescientos metros y vimos a un joven moreno de pelo negro caminando con dirección contraria a la que venía la bella adolescente, y por la misma por donde nosotros íbamos.- a ese alguien se lo estaba chupando- coincidimos los dos una vez lo vimos.
-Posiblemente venía de chupárselo a alguien- aseguró Ernesto y echamos a reír mientras avanzamos unos trescientos metros y vimos a un joven moreno de pelo negro caminando con dirección contraria a la que venía la bella adolescente, y por la misma por donde nosotros íbamos.- a ese alguien se lo estaba chupando- coincidimos los dos una vez lo vimos.
Me causó tanta gracia el hecho que no volví a pensar en la
niña que creí haber visto en el hotel del Salto ni en la iglesia. Ni tampoco me
pregunté por qué había querido visitar un cementerio, ni me volví a preguntar por
qué en esa iglesia habían esas plumas, esos pelos bancos y esa tela blanca
rasgada.
Anduvimos otros dos kilómetros hasta que encontramos una
carretera destapada y no vi prudente continuar.
- Será mejor que no arriesgarnos más sin tener certeza de si
este es el camino o no. Demos vuelta y preguntemos al que se lo acaban de
chupar que sí conoce el lugar dónde vamos- Sugerí. Dimos vuelta hasta a
encontrarlo.
-Estoy buscando a Estela. La profesora de la escuela, ¿La
conoce?- Preguntó Ernesto.
- ¿Estela Hernandez?, ¿Ella? Ella no es profesora. Ella es la secretaria, y claro que la conozco, es mi mamá- Le respondió el hombrecillo que tenía un desaliñado aspecto, pelo largo, barba delgada, facciones indígenas y parecía como alguien a quien le acababan de haber hecho sexo oral.
- ¿Estela Hernandez?, ¿Ella? Ella no es profesora. Ella es la secretaria, y claro que la conozco, es mi mamá- Le respondió el hombrecillo que tenía un desaliñado aspecto, pelo largo, barba delgada, facciones indígenas y parecía como alguien a quien le acababan de haber hecho sexo oral.
Estela era la persona que tenía a cargo el perro y la
estábamos buscando, así que una vez dimos con su hijo le contamos todo y le
preguntamos por él.
- No hermanito, eso no se va a poder hacer. El perro no se
va a poder ver porque lo tengo en otra finca con una perra que está montando y
me lo entregan hasta la otra semana.
- ¿Con otra perra una semana? ¡Por Dios!- Exclamó Ernesto-Es peor de lo que pensaba y yo que no quería que eso pasara. Di instrucciones precisas de que se tenía que castrar. Vengo a ver el perro y ahora no solo no lo puedo ver, sino que además me entero de que está teniendo relaciones y por una larga semana. ¿Sabe cuántos perros van a nacer? Por lo menos 10.
-No sé preocupe que yo se lo tengo bien cuidadito- Dijo el hombrecillo que se hacía llamar 'Pidbul'.
- ¿Con otra perra una semana? ¡Por Dios!- Exclamó Ernesto-Es peor de lo que pensaba y yo que no quería que eso pasara. Di instrucciones precisas de que se tenía que castrar. Vengo a ver el perro y ahora no solo no lo puedo ver, sino que además me entero de que está teniendo relaciones y por una larga semana. ¿Sabe cuántos perros van a nacer? Por lo menos 10.
-No sé preocupe que yo se lo tengo bien cuidadito- Dijo el hombrecillo que se hacía llamar 'Pidbul'.
Intentamos persuadirlo de que nos llevara donde estaba el
perro pero se inventó cada excusa que pudo para evadirnos. Sin embargo, 'Pidbul'
nos invitó al lugar donde vivía para que verificaríamos que el perro tenía
espacio para correr y vivir en perfectas condiciones.
Accedimos a ir para al menos tener la tranquilidad de que el
perro tenía un buen hogar. Pero apenas llegamos nos encontramos con la miseria
hecha casa.
La parcela tenía en la entrada un portón que antes era verde
y que estaba oxidado y carcomido por el deterioro. El poco terreno que tenía
adentro estaba preñado de maleza sin cortar que impedía caminar bien y la casa
donde vivían estaba hecha en ladrillos amarillos hechos de arena que se
encontraban despicados en su mayoría.
Había basura por todos lados, latas y residuos de comida.
Dentro de la casa olía a peste, y en la cocina se aglomeraba una pila de loza
que parecía llevar más de un año sin lavar. Había ropa tirada por todos lados y
las pocas paredes que estaban pintadas, estaban percudidas.
Era insoportable para la vista. Insoportable para la mente
no parar de preguntarse cómo alguien puede vivir en tremendas condiciones. Una
cosa es ser pobre y otra cosa es ser cochino, cochino e inconsciente. Era eso un
nido de ratas, y no de ratas de alcantarilla, sino de ratas humanas. Ese tipo
de personas por supuesto no aportan nada a la sociedad, más que basura, deberían
esterilizarlos a todos los de su clase, prohibirles reproducirse,
prohibirles vivir. Al fin y al cabo, eso no era vida para nadie.
Mientras pensaba en todo eso, preso de la ira y la
impotencia, volví a pensar en la niña.
Ernesto comenzó a hacerle preguntas sobre el perro al
hombrecillo extraño y a discutir con él porque pensaba lo mismo que yo, que
nadie podía vivir así, ni un perro, mucho menos un perro, ni siquiera un
buitre, ni siquiera.
Me puse a explorar la parcela en
medio de la maleza y la inmundicia, y comencé a encontrar pedazos de huesos
tirados, huevos descompuestos, sustancias y residuos que no logré identificar. Después
oí el llanto de una niña que pedía ayuda y corrí. Volví a ver la niña en medio
de unos árboles de plátano y me quedé estupefacto.
Ella me hizo señas de que la siguiera y sin analizar mucho,
le hice caso. Descendimos un poco por entre el matorral y a mi paso encontré
las mismas plumas que vi en la iglesia, pero en demasía. Así como también vi
pelo blanco y la tela blanca rasgada.
La niña desapareció y al frente mío hallé unas fosas. Con
las manos comencé a sacar la tierra que estaba encima y encontré el cuerpo
desfigurado de la niña que acababa de ver. Estaban varios pedazos mutilados y
al lado, también estaba el del perro que buscábamos.
Cuando me di vuelta venía
'Pidbul' con una pala a pegarme para dejarme inconsciente, como ya lo había
hecho con Ernesto. Alcancé a reaccionar a tiempo y lo esquivé, pero él se
repuso rápidamente y volvió a lanzarme la pala, alcanzó a golpearme varias
veces en las costillas. Me quedé sin aire cuando me pegó pero resistía parado
hasta que pude lanzar una patada a su mano derecha donde sostenía la pala y se
la tumbé.
'Pidbul' se agachó a recogerla y esperé a que se inclinara bien
para darle una fuerte patada en la mandíbula. Él cayó al piso pero se intentó
parar rápidamente y mientras lo hacía le pegué cuatro fuertes patadas en el
pecho. Él escupió sangre, me miró, se echó a reír y me mostró sus dientes rojos
por la sangre.
- Imbéciles. Son unos imbéciles todos. Sobre todo usted si
piensa que va a salir con vida de aquí con su amigo. A mí nadie me gana. Esos
estúpidos están en el cementerio ahora enterrando un cajón lleno de piedras
porque nunca encontraron ni encontrarán el cuerpo de la puta niña que yo maté.
Se me resistió la muy hija de puta. No me quiso chupar el pito, no quiso que la
tocara- iba a seguir hablando y le propiné otra fuerte patada en la boca y le
grité: "!cállese carbón de mierda!, se va a pudrir en la cárcel".
Él siguió riendo y escupió los dos dientes del frente.
Estaba mueco y tiraba más sangre, pero siguió riendo.
-¿A la cárcel? Mi tío es policía, nadie les va a creer
nada, él me protege porque él hace lo mismo. Aquí abusamos de las que se nos dé
la gana. Como abusé de esa pobre que está enterrada ahí. La violé mil veces y
cuando el perro imbécil que ustedes están buscando se dio cuenta, intentó
defenderla. Me tocó matarlo también y no alcancé a violarlo como a las gallinas
que descuarticé. Lo volví añicos, disfruté mucho mientras aullaba. Lástima, lo
iba a usar para peleas, pero me tocó matarlo como a esa niñita y como a
cualquiera que se interponga en mi camino -dijo.
-Maldito monstruo- grité desesperado y lleno de la ira y me
le fui encima dándole puños hasta que los huesos de mis nudillos comenzaron a
verse. Él lo disfrutaba y seguía riendo.
Así que no aguanté y
me paré. Lo tomé por su camisa del cuello y lo arrastré por la maleza intentado
llevarlo hasta el Jeep para entregarlo a las autoridades. Mientras que llegaba
a la entrada vi que Ernesto se despertaba, se paró de la maleza y se tocó la
cabeza ensangrentada por el palazo que 'Pidbul' le había dado.
-¿Está bien?- pregunté.
- Sí. El muy mal nacido quiso matarme.
- A mí también.
-Cuidado- me dijo Ernesto y vi como 'Pidbul' sacó un puñal de su pantalón y me lo clavó en el muslo izquierdo. Sentí como si una avispa muy grande me hubiera picado pero luego, pude sentir como el frío de la navaja se me colaba por entre los nervios de la pierna y me hacía retorcer del dolor.
- Sí. El muy mal nacido quiso matarme.
- A mí también.
-Cuidado- me dijo Ernesto y vi como 'Pidbul' sacó un puñal de su pantalón y me lo clavó en el muslo izquierdo. Sentí como si una avispa muy grande me hubiera picado pero luego, pude sentir como el frío de la navaja se me colaba por entre los nervios de la pierna y me hacía retorcer del dolor.
Solté a 'Pidbul' para atenderme la pierna y él aprovechó
para pararse y salir corriendo. Me quité el puñal y después la camisa y me
amarré un torniquete. Corrí cojeando hasta el Jeep y vi que el asesino había
emprendido su escape por la carretera destapada. Prendí el carro, aceleré lo
más que pude y lo alcancé pronto.
Lo golpeé con la parte delantera del Jeep, él cayó contra la
carretera destapada y se golpeó la cien con una piedra. Bajé del carro y vi que
toda su cara estaba llena de sangre e intentaba levantarse, aún se reía.
Él estaba de espaldas y con ambos brazos puestos en la
carretera destapada para tratar de pararse. Yo también sangraba en la pierna y
caminé cojeando pero con rapidez a su encuentro.
Me senté encima de su espalda, le tomé la cabeza
por detrás con ambas y le torcí el cuello. Cayó muerto. Me paré, regresé con
Ernesto y ambos nos consolamos.
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