“Y así vamos, adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado” (F. Scott Fitzgerald).
Sin pensarlo este escritor norteamericano describió la vida
en una frase, la explicó y la plasmó para siempre en su divina obra, 'El Gran Gatsby'.
Y aunque José José se ha empeñado en gritar muy duro que 'El
Pasado es Pasado', los recuerdos y ese delirio por volver a vivir mejores
tiempos, a veces aparecen con ganas de quedarse por largo tiempo.
Querer regresar a donde todo empezó, querer volver a hacer
las cosas mejor porque se tiene más sabiduría, querer atrapar las ideas y las
palabras que nunca llegaron a ser porque se escaparon en el olvido, es algo que
muchos de los que vivimos añoramos en ocasiones cuando estamos sentimentales.
Congelar por un instante ese momento perfecto que ya nunca
volverá. Ese amanecer al lado de la persona especial, ese brindis feliz, ese
viaje inolvidable. Querer haber conocido a tanta gente, retroceder en el tiempo
a esos lugares donde todo parecía más fácil y sencillo, querer volver a ver a
aquellos que ya pasaron a una mejor vida.
Es cierto que hay que seguir adelante, por supuesto que sí.
De hecho, todos los días se va hacía allá, con cada levantada de la cama, con
cada desayuno, con cada vez que te pones la ropa y repites una y otra vez, y
otra vez, todos los días la misma rutina.
-Buen día; hasta luego. -Muchas gracias, ya nos vemos.- Hola
¿cómo están todos?; se me acabó el mercado, debo ir a la lavandería, ¿qué
almorzaré hoy?, el viernes ya casi llega, hay que pagar el celular, ya va empezar
el noticiero. -¿Qué tal? buenas tardes, ¡que tráfico tan pesado!, creo que a mí
hijo le fue mal en el colegio. Y ahora, ¿qué vamos a hacer de cenar? -Hola
buenas noches, ¿la basura ya pasó? ¿Llegaron los recibos?, olvidé llamar a
mamá. ¿Mañana debo llevar la chaqueta azul? Dios, es verdad que hay pico y
placa, claro es que hoy otra vez es jueves y ya estamos casi a mitad de agosto.
Que hace que estábamos celebrando el año nuevo, cómo se pasó de rico y es que
este año va volando, cada año va más rápido. Ay, ya no es como antes donde todo
era más despacio, que cosa el tiempo, ya me salió una arruga y estoy panzón, me
acuerdo de esos días en los que andaba en forma. ¿Qué será de la vida
de Henry Mesa?
Pero, tal vez sin saberlo, sufrimos de un complejo que no queremos
aceptar, y aunque nos empeñemos en negarlo, nos cuesta el paso del tiempo. El
deseo de querer ir al pasado siempre nos va a perseguir, como nos persigue el
hecho de querer volver siempre al restaurante favorito. De repetir una y otra
vez la canción que más nos gusta o la película. A muchos nos ha pasado que no queremos
que acabe una reunión, que deseamos que un fin de semana sea eterno, que
nuestros niños y nuestros cachorros no crezcan más.
Y todo esto se da porque nos cuesta vivir, sin darnos
cuenta, nos cuesta entender que abandonamos algo o ¿cuánto se demoran en
terminar una relación? ¿Cuántas veces han ‘cangrejeado’?
Por eso las modas siempre regresan, por eso uno quiere
volver a sus orígenes, por eso uno retoma cosas de antes. Por eso casi todo le
apela a la nostalgia. Vuelven a hacer películas del pasado, hacen interminables
listas de canciones que nos traen otras épocas, conmemoran fechas importantes
una y otra vez y cuando nos reunimos con nuestros amigos y familiares, casi
siempre terminamos contando las mismas historias de siempre.
Todos quisiéramos tener un DeLorean para regresar al pasado,
claro que sí. El genio de Woddy Allen,
en 'Media Noche en París', describió también este sentimiento, al que lo quiso
llamar 'El Complejo de la Edad de Oro' y le quedó muy bien.
Yo sé que todo lo que viene es para mejorar, todos lo
sabemos, insisto, de lo contrario no seguiríamos. Pero a veces me siento es como si habitáramos en el universo
de The Walking Dead. Una mano de caminantes que van hacía allá, porque todos
van. Porque hay que ir. A veces, no vivimos, sino sobrevivimos a la monotonía,
a ser esclavos de las deudas, del consumo, de la presión social de comprar todo
último modelo, de tener una y otra y otra preparación y maestría porque sí no
está muy mal visto, muy mal visto que usted no lo tenga. De hacer mucho dinero,
porque el dinero es más importante, porque el dinero compra cosas, porque el
dinero clasifica. De figurar, porque qué van a decir si usted no es de los que
sale a fiestas, qué van a decir si usted no es de los que tiene muchos amigos y
visita los lugares más exclusivos. En cambio si usted lo hace, oh, por favor,
tendrá una cosecha de ‘likes’ y una aceptación efímera de la sociedad que pronto
lo olvidará porque vendrá alguien que hace muchas más cosas que usted. Esa competencia
invisible en la que nos obligan a estar y en la que no nos damos cuenta que
estamos, nos termina carcomiendo.
¿Y los valores? ¿Y lo que importa cómo persona? ¿Y el
desarrollo y la verdadera felicidad? Todo es una obligación, una competencia
desenfrenada. Todos somos ‘Lioneles’ Messi y Cristianos ‘Ronaldos’ combatiendo enfermizamente
por un balón de oro, un balón de oro que no existe ¿y al final qué? La muerte
nos va a alcanzar a todos, al más afanado y al más adelantado, como al más
cauto y perezoso, al más exitoso y rico como al más fracasado de todos.
¿No se vale frenar un poquito?, entender que la vida no es lo que nos obligaron a pensar que era. Que es más importante ser que parecer. Ya lo dijo Fito: “la melancolía de morir en este mundo y de vivir sin una estúpida razón”.
La vida no se debe tratar de obtener las cosas a como dé
lugar, sino de la manera en que se obtiene. Ese afán nos lleva a cometer más
errores de los que deberíamos cometer, a llevarnos gente por encima y
olvidarnos de otra. Pero lamentable en
este mundo, como en el fútbol, no se premia un proceso, sino un éxito.
Por eso tus amigos se descubren cuando al primer error que
cometes, te mandan a la mierda, o se quedan contigo, respetando una historia,
respetando un pasado y entendiendo que la gente se equivoca.
Marcelo Bielsa, ese sabio entrenador argentino, dijo: “El
mundo del fútbol cada vez se parece menos al aficionado y cada vez se parece
más al empresario”. Y como el fútbol es igual a la vida, y la vida igual al fútbol,
podemos decir que vivir cada vez parece ser
menos de humanos y cada vez parece ser más de máquinas. A ti te tratan solo por la capacidad que
tengas para producir, hacer y tener dinero.
Creo que al mundo lo va a acabar la capacidad de dejar maravillarse,
de que ya no sorprenda ver un avión surcar el cielo, de que nadie se detenga en
medio de la calle a observar cómo crece en el pavimento una diminuta flor
amarilla, de que nadie se inmute porque existen personas que viven debajo de
los puentes, y se arropan con cartones. Somos unas máquinas, las máquinas que controlarán
al mundo en el futuro, las maquinas contra las que combate John Connor.
Claro que debemos ser exitosos, no me mal interpreten, claro
que debemos tener plata, ojalá mucha, pero que el fin de nuestras vidas no sea
ese, sino la manera en cómo se llega allá.
Perdonen tanto existencialismo, pero ando muy sensible esta
vez.
Mi melancolico!
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