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Collar de dientes


I
 -¿De dónde has sacado ese collar de dientes que traes ahí? por el amor de Dios suelta eso ¡ya!
- Se lo he quitado al 'Ratón Pérez'
- ¿Al Ratón Pérez?
- Sí, al Ratón Pérez. Era él. Nadie más puede andar con tantos dientes. Aproveché que lo vi tomando una siesta, en un sueño profundo y se los robé tal y como él se los lleva cuando me duermo. De hecho, las últimas veces se llevó mis dientes y no me dejó nada y ahora espero una gran recompensa cuando él vuelva a buscarlos.
- Pero, ¿de qué hablas? ¿Dónde estaba ese tal Ratón Pérez niño?
- En la otra esquina. Debió haber bebido mucha gelatina de cereza antes de dormirse porque sus dientes estaban todos untados de eso, su camisa y el piso también. Tuve que lavar bien los dientes, casi no les cae. Y después con seda dental hice el collar de dientes. Mami, ¿por qué me dices que si desordeno mi cuarto el Ratón Pérez no me va a dejar dinero si él es más desordenado que yo?
- ¿Desordenado? ¿Por qué lo sabes?
- Es muy desordenado, tenía tiradas muchas cosas por ahí y su maleta abierta. Mami, ¿el Ratón Pérez es mujer por no tener cola?
- No, no es mujer, ¿por qué dices eso? Además, ¿por qué sabes que era el Ratón Pérez?
- Pues porque un señor del otro lado de la calle dijo: "miren esa rata" y no dijo: "miren ese ratón". Entonces yo me puse a buscarle la cola y no se la vi y pensé que era mujer por eso. Aunque sí note que era muy peludo y que las orejas las tenía aplanchadas.
-Presta para acá ese collar, no juegues con eso y vete a hacer otra cosa.
- pero mami, yo quiero la recompensa por estos dientes- Y el niño se fue llorando al ser despojado de su pertenencia.
II

Estábamos trabajando en una finca cercana al pueblo en pleno medio día. El sol se postraba justo arriba de nuestras cabezas como queriéndonos hacer un agujero. Uno de los trabajadores le dijo a mi tío que ese sol era como su mujer y mi tío le preguntó qué porque decía eso. El trabajador le explicó: "porque aparenta calor y es más fría que un muerto". Mi tío y yo no entendimos la  analogía de aquel trabajador porque no le encontrábamos relación con el sol. Y entonces otro trabajador, que se percató de nuestra ignorancia, nos contó el secreto del chiste.-Patrón- dijo mientras paró de escavar- es que este sol es engañoso porque es de los que pica, y cuando pica es porque agua trae".

Realmente el sol sí picaba, picaba como si encima de nosotros se postraran varias y furiosas hormiguitas rojas de esas que le llaman ‘pituchas’. Pero ni el calor ni la picazón nos iba a impedir terminar el trabajo: Abrir el hoyo.

Aunque no era necesario, a mi tío siempre le gustaba involucrarse con sus proyectos hasta en el más mínimo detalle. Hacía todo lo que sus trabajadores hacían porque según él, un buen capitán es el que está al frente de sus hombres, no detrás. Me llevaba para que aprendiera su filosofía de vida y estar en su compañía era como recibir una clase. Siempre daba un consejo sabio.

De repente, una llamada le entró a su radio teléfono. Era del almacén, le avisaban que acababan de hacer el intento de robarlo, que rompieron dos vidrios y se alcanzaron a llevar varios tubos de cobre macizos. Que el daño no era tan fuerte, que la policía ya estaba en camino.
Mi tío abandonó inmediatamente lo que estábamos haciendo y tiró la pala con mucha fuerza fuera del hueco en el que estábamos, expulsando así su mal carácter. Llamó a uno de los trabajadores y lo dejó al mando.

-Móntese, ¡nos vamos ya!- me gritó, como si yo tuviera la culpa de todo lo que estaba pasando.
No hice preguntas, seguí las órdenes de inmediato y abordé la camioneta que parecía que se había prendido sola con el grito de mi tío. Una vez estábamos en camino al pueblo, atravesamos la trocha sin piedad ni cuidado, sin evadir huecos y haciendo altos saltos cuando pasábamos por los tumultos de arena que se acumulaban en el trayecto, que estaba en mal estado.


                                                                       III

-Nos robaron- me informó mientras sacaba una manopla de la guantera de la camioneta.
- ¿Y la policía?
- La policía no sirve para ni mierda. Van a llegar allá, van a hacer preguntas y a asentir con la cabeza como si entendieran las respuestas. Después van a decir que intentaran hacer todo lo posible con dar con el paradero del responsable y una vez se marchen van a olvidarse del asunto. Son adornos verdes.
- ¿Y entonces qué vamos a hacer nosotros?
- Lo vamos a encontrar
- ¿Y si no es solo uno, si no más?
- Pues entonces, los vamos a encontrar. Vamos a dar con ellos sea uno o sean cien.

Llegamos en un tiempo récord al pueblo. Y cuando nos bajamos de la camioneta los policías ya habían ido a hacer preguntas, habían asentido con la cabeza como si entendieran las respuestas y se habían marchado olvidando el asunto.
- ¿Alguien lo vio?- preguntó mi tío ofuscado.
-Dicen que tiene barba, pelo largo, que es delgado y moreno. Que viste un jean rucio y una camisa negra y que lleva puesta una gorra y una maleta en la espalda.
- Gracias Amanda, ya puede irse- Despachó mi tío a su secretaria.

IV

Nos volvimos a subir a la camioneta y mi tío manejó en dirección a los barrios bajos, donde todo el mundo sabía, se vendían las cosas que robaban. No encontramos a nadie en medio de ese calor infernal que hacía. Al menos unos 43 grados nos azotaban, que habían espantado hasta el animal más rejudo de las calles. Pero no fue sino que anduviéramos dos cuadras más para encontrarnos con el personaje descrito.

Mi tío lo encriptó con la camioneta, rosándole la espalda con el mataburros y haciéndolo caer al andén. Una vez tumbado el ladrón, mi tío se puso la manopla en su mano izquierda y se bajó del carro. No dejó que aquel pobre diablo se levantara y le fundió el primer puño directo a un pómulo.
El ladrón sintió un estruendo en su cara con el duro acero de la manopla y la piel se le abrió enseguida. El segundo puño fue a parar justo en medio del ojo y la ceja derecha de aquel hombre, al que inmediatamente se le ensangrentó el rostro. El tercer golpe se sembró directo en la nariz y se pudo escuchar el crujir de la misma al romperse. El golpe fue tan duro esta vez, que el impacto hizo que la cabeza del ladrón se diera también contra el piso y se le abriera.

-"Ya no más por favor, piedad- suplicó aquel hombre que se quemaba en las brasas del inhumano calor que hacía y en la ira que invadía a mi tío. Mi tío entonces abrió la maleta que llevaba aquel hombre, identificó las cosas que le habían robado, las tomó, las echó en la camioneta y le regó por el piso las otras que no eran de él. El pícaro, que no podía ni pararse del dolor, se dio la vuelta y quedó boca abajo contra el cemento del andén. Mi tío volvió a su encuentro y esta vez le propinó una serie de patadas en la mandíbula. En cada golpe el ladrón escupía uno o dos dientes y cuando ya no escupió nada, mi tío se detuvo, se montó al carro y nos marchamos.

Nadie más presenció aquel espectáculo de ira y auto defensa, todos estaban Hipnotizados en sus casas por el aturdimiento del calor. Además, los golpes parecieron silenciosos o el sonido de ellos se perdió rápidamente, porque igual a nadie le interesa la suerte de un condenado.
El sol traicionero del que hablaron los trabajadores peló el cobre y se escondió. Su engaño quedó en evidencia cuando grandes nubarrones tomaron su lugar en cielo. La temperatura bajó ya casi a las tres de la tarde y fue cuando enviaron a Martín por un refresco a la tienda. En su camino el niño se topó con el ladrón y con los dientes tirados en el piso.

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