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La venezolana que montaba patines y el ‘niño acosador’


Me encontré con una amiga lejana que me recordó que yo con apenas 10 años de edad, ya era un acosador y un fracaso en el ‘amort’.

Lidiar con el pasado se puede catalogar un estilo de vida. Ya lo decía Gabo “La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.  A veces parece que entre más años pasan en la vida, uno se devuelve más atrás en los recuerdos. Tal vez se deba a esa sensación natural de pensar en el origen cuando se está llegando al final. Lo cierto es que en medio de esa retrospectiva existencial que tenemos, hay cosas en el universo que se terminan aliando para que se pueda dar con un recuerdo especial y volver a vivirlo, a sentirlo, poder viajar por el tiempo.

Pero no es fácil dar con eso, porque como lo dijo el escritor y guionista español Ray Loriga: “La memoria es el perro más estúpido, le lanzas un palo y te trae cualquier cosa”. Y es que en ocasiones cuesta recordar porque uno piensa (o quiere pensar) que ha perdido ciertos recuerdos.

A mí me ocurre a menudo eso. He creado mis particulares recuerdos para poder vivirlos como yo quiera y así pensar que la vida ha sido menos dura.  Casi siempre me funciona, pero esta vez en particular, una mujer nacida hace 30 años en Maracaibo, Venezuela, con su espectacular y encantador acento, me ayudó a devolverme 20 años atrás en el tiempo y a verme parado frente a ella observándola montar patines, transformando todo en un recuerdo perfecto y diáfano, un recuerdo muy bonito.

Todo marchaba bien. La veía con su pelo negro, sus ojos grandes y brillantes y su gran sonrisa, ir más rápido que yo sobre las cuatro ruedas en línea. Éramos buenos amigos, grandes amigos. Recordaba que yo le agradaba y ella me gustaba, que todo estaba bien. Me alegré de saber que en mi cabeza aún vivían esas imágenes y que en la de ella también. Todo coincidía en perfecta comunión.

Sin embargo, mi base de datos había querido omitir algo de ese entonces, algo que ella no olvidó y que incluso, hizo hasta que su mamá se acordara de mí muchos años después, cuando regresó con su familia a su país natal y vivió un largo periodo allí.

¿Qué podía ser eso tan especial que yo tengo para que no se olvide una niña de mí 20 años después? ¿Qué cosa podría despertar yo? Debió haber sido algo muy hermoso, pensarán ustedes, pero en realidad fue algo vergonzoso, pues mi amiga venezolana y su familia no me habían olvidado porque a mis 10 años de edad era un niño acosador. No paraba de llamar a su casa.

Y entonces, al recodar esto, por supuesto me invadió la vergüenza. Aún más cuando me preguntó “¿Fuiste así con más niñas? Mi madre se ponía brava porque tú no parabas de llamar”. Yo creo que ella pensó que las otras mamás de otras niñas mandaron una solicitud para que cancelaran la línea de mi casa,  o que mis padres me enviaron a un reformatorio para corregir esa mala manía.

Imaginen que se crucen con una persona a la que estiman de esa manera después de dos décadas y que la cuarta cosa que les diga en la conversación sea esa.

Fue como cuando uno se levanta después de una fiesta muy buena, en la que solo recuerda cierto tipo de cosas y piensa que se fue a dormir tranquilo, pero luego llega alguien y le comienza a contar la otra parte que uno no recuerda (o no quiere recordar) y las imágenes comienzan a aparecer una encima de otra sin dar tregua para analizar hasta darse cuenta que efectivamente la cagó la noche anterior.


Yo contaba la historia diferente, porque la recordaba de forma distinta: Yo solía decir: "¿Recuerdas esta chica de Venezuela que estudió conmigo en quinto de primaria cuando me fui para el Colegio Integrado? ¿Qué será de la vida de ella? Era muy guapa, muy atlética y buena gente. Hacíamos mucho ejercicio, eramos felices y ella me gustaba, me gustaba mucho. Espero que esté bien y que se acuerde de mí". 

Y sí, en efecto me recordaba... Además también me dijo la frase con la que  me ha mandado todos estos años a la eterna zona de la 'Friend zone': "eras muy chistoso". Cuando una mujer le dice eso a un hombre, se puede saber que le tiene más ganas al abuelo que al que se lo dijo.

Con esto descubrí pues que desde aquellas épocas ando haciendo las cosas mal en el ‘amort’ (que a los 10 años llamaba 100 veces por día a una casa), y que además, he tenido muchos más amores de la vida de lo que yo contaba. Aquella venezolana, que vino a destaparme de la manera más natural un baúl recóndito de mis recuerdos, fue uno de los amores platónicos más importantes de mi vida y hoy, 20 años después, cuando recordé eso, también recordé que había querido olvidar esa parte que hizo que ella no se olvidara de mí, y que me mencionó como si hubiera estado esperando todos estos años para hacerlo.

Pero bueno, afortunadamente ahora tengo una nueva forma de recordar esa parte de mi vida para volver a contarla,y lo mejor, tengo el presente y el futuro para crear nuevas historias. Ya no soy acosador (o al menos no tanto)  y siento que recuperé una amiga, una gran amiga que siempre vivió en mis memorias. 

Comentarios

  1. jaja este tiene que ser nuevo por que se nota el paso de la actividad de los sábados¡ queeee bien¡por todooo.

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