Foto: Blog de Ecología y caminatas
A Manolo lo perseguía la fama de
fiestero, excéntrico y buena vida. Bonachón y con una inigualable manera de
destilar clase, dejaba escapar frases exquisitas a la hora de referirse a buen
vino, una buena comida o un buen lugar. Roberto lo vio allí parado
lanzando sus ademanes a diestra y siniestra, mientras rogaba en secreto que le
tocara en su mesa con aquella chica que lo traía loco.
-Entonces mijito. ¿Cómo va todo?
Anda muy elegante usted, dijo Manolo mientras estrechaba la mano de Roberto y
lo abrazaba.
-Muy bien. Feliz. Todo anda de
maravilla. Les ha salido grandioso el matrimonio.
- ¡Claro que sí! Muchas gracias,
y esto solo es el inicio. Deje y verá que comience la fiesta. Hay trago hasta
para regalar. La orquesta que traemos es la locura. Esta sin duda va a ser una
fiesta épica, para la historia, para la colección de fiestas que tenemos.
Y es que las parrandas de Manolo
Vargas no pasaban desapercibidas nunca. Una vez entró a un bar, pidió que le
llevaran 5 botellas de aguardiente a la mesa, todas destapadas, y luego invitó
a gente a que se sentara con él. Les comenzó a repartir trago, como si hubiera
llegado de alguna especie de organización benéfica que regala licor a los más
necesitados, y los emborrachó en menos de una hora. Sin embargo, esa vez, las
cosas no le salieron como esperaba, pues la gente a la que reunió en la mesa,
eran amigos y enemigos y resultaron en una tremenda discusión, que después se
desencadenó en una pelea que terminó con gas pimienta. Manolo pagó la cuenta,
se montó a un carro y desde allí vio todo el alboroto, junto a un par de
amigos, que, en vez de apaciguar el revuelo, se dedicaron a alentarlo, como el
que echa más leña a una fogata.
Otro día Manolo mandó a cerrar un
bar. Compró dos cajas de botellas de vino rose y una caja de botellas de
whisky. Le dio dinero al DJ para que tocara lo que quisiera, se desabotonó la
camisa, se regó agua en ella, y anduvo por todo el lugar encargándose de
verificar que sus amigos hicieran buen uso de su arsenal de trago. La mañana
llegó y la fiesta no paró sino hasta el atardecer.
El hermano de Jorge Vargas era
realmente aficionado a esto. Le gustaba tener y brindar, brindar y tener.
Preparaba paellas hasta para 40 personas, y las acompañaba con una variedad de
vinos, pues tomó un curso profesional para eso, y reservas de los mejores
tragos. Era imposible salir sobrio de algún lugar cuando estaba él, y también
intentar terminar temprano. El exceso era su única regla y la cordura, su
aberración.
Y cuando Manolo dijo que en la
fiesta del matrimonio había trago hasta para regalar, no era mentira. Una vez
se sentaron los invitados, los vasos de licor empezaron a rondar con una
sincronización de escándalo. Los meseros parecían robots programados que llenaban
los vasos o los reemplazaban, una vez estaban vacíos.
La mesa de Roberto por supuesto estaba
llena de licor siempre, no solo por la generosidad de los novios, sino porque
todos allí acordaron pagarle al mesero de turno una suma de dinero si duplicaba
la ración. Roberto observaba con ansiedad, pues no estaba bebiendo, pero Laura,
quien se sentó a su lado, fue el alivio a la insoportable sensación que produce
la abstinencia.
En la próxima canción la invitaré
a bailar, sí, creo que lo haré. Ya la he visto bajarse tres vasos de whisky, es
buena levantando el codo, haríamos gran equipo. Ahora mismo terminará su cuarto
vaso y el calor le estará subiendo a la cabeza. ¡Vamos!, no creo que tenga algo
con Flecho, ni siquiera hablan. Aunque, ¿él le está poniendo la mano en la
pierna? Maldita sea, sí, lo está haciendo. Espero que no se la comience a
subir. Maldita sea, sí, se la está subiendo. Espero que no se la meta en el vestido, aunque sería chévere que solo se lo levantara para poder ver su
ropa interior, debe ser de encaje, de encaje negro. O por Dios, para quitársela
con los dientes y escondérsela luego, y guardarla como un trofeo. Bueno ya no veré nada,
ella le retiró la mano. Menos mal, no hubiera sido capaz de aguantar la rabia y
las ganas de seguir viéndole todo. Vaya, la canción ya terminó. Espero a la
próxima canción mejor, pensaba Roberto mientras miraba a Laura. Ella le sonreía
mientras le daba vueltas a su vaso con dos dedos de su mano derecha.
¡Vamos estúpido cobarde!, ¿no
serás capaz de sacarla a bailar? Te falta valor, te falta un buen escoses que
te moje la garganta y te active el galán que llevas dentro. Te falta un par de
vodkas que te obliguen a quitarte el saco y te impidan sentir el fastidio de la
humedad de estas montañas. Te falta una botella de champaña para activar la
felicidad desbordada que te quita el miedo de tener algo que perder si vas a
hablarle. Maldita sea la hora en la que vienes a prometer que no vas a tomar un
trago, justo en el matrimonio de uno de tus mejores amigos, justo donde hay
tanto licor que se podrían llenar dos piscinas, justo donde puedes embriagarte
con tus amigos y hacerlo gratis, hasta perder la cordura, y luego ir buscar una
pileta donde tirarte, y mojarte bajo la lluvia, y buscarla ella para pedirle
que te acompañe a baño a secarte y concretar el asunto ahí, emparamados los
dos, con ganas de darse calor. ¡Eres un imbécil! sácala ya! ¡sácala a bailar ya!, reflexionaba
Roberto. Cuando por fin se decidió, un tipo al que llamaban Champú, se llevó a
Laura agarrada de la mano al centro de la pista del baile, donde se perdió en
medio de la gente que bailaba y celebraba.
La noche fue transcurriendo, y
como lo prometió Manolo, se desató la locura. Hasta la novia, la querida novia
Lucia Nieto, tenía más de un trago en la cabeza, y en la 'Hora Loca', se topó
con Roberto, el único sobrio de la fiesta, a quien le ofreció una botella de
champaña que llevaba en la mano.
-Roberto, que alegría tenerte
aquí, dijo la novia feliz.
-Muchas gracias por invitarme,
para mí es un placer. Todo está saliendo de maravilla, respondió Roberto
mientras admiraba a la novia envuelta en su hermoso vestido blanco.
-Ven, acompáñame con un largo
trago de esto, por mí, por Jorge, por nuestro matrimonio.
-No puedo Lucia, realmente no
puedo beber. Me gustaría mucho, pero paso.
-Tú, que dices que lo mejor del
jugo de naranja es el vodka ¿tú me estás diciendo esto?... Por el amor de Dios,
bebe ya, ordenó la novia enojada.
-No, no puedo hacerlo. Lo
lamento, después beberé mucho por ustedes y con ustedes. Lo prometo. Y pagaré con creces esta descortesía,
respondió Roberto mientras con su mano derecha retiraba la botella que Lucia
llevaba a su boca.
-Pues sí que la pagarás, ¡Te
maldigo! Espero que no encuentres ninguna chica.... por despreciarme, y se tomó
un fuerte trago, lanzó una mirada de fuego intimidante que alcanzó a asustar a
Roberto, y luego se unió a una fila de gente que pasaba por su lado simulando
un tren mientras bailaban.
Deben ser cosas de borrachos, no
has de asustarte por algo así. No creo que lo haya dicho en serio, ella está
con tragos y se enfureció. Eso fue todo. No debe ser tan malo, no creo que en
verdad quiera maldecirme. Mejor olvidaré este asunto y buscaré otro café para
no dormirme. Que aburridas son las fiestas sin licor, no tienen sentido. La
gente se ve ridícula bailando. Se decía Roberto cuando caminaba para el baño.
A eso de las tres de la mañana,
en el final de la fiesta, se encontró a Laura en el balcón. Ambos habían salido
a fumar, pues la ausencia de la lluvia por fin se los permitía. Ella estaba
parada mirando el paisaje, medio tambaleándose, y él la saludó. Sonrieron y se
presentaron mutuamente. Tras intercambiar nombres y unas cuantas palabras más, se
les olvidó el mundo, y por un momento, que estaban en una fiesta. Se hizo
silencio, y el balcón, la majestuosidad de la vista, y el mundo, fue solo de
ellos dos, y nada más que de ellos dos. Las miradas y las tímidas sonrisas. Los
halagos y la emoción que se produce cuando se habla con alguien desconocido que
lo atrae mucho, llenaron de energía el momento. Los cigarrillos se fueron
consumiendo lentamente, mientras que la atracción entre ambos fue aumentando. Todo
estaba perfecto para un primer beso, todo parecía un sueño hasta que se escuchó
un fuerte estruendo seguido de un gemido aterrador que silenció el recinto. Uno
de los largos y extensos cristales se rompió, Manolo Vargas quedó herido.
Roberto salió en su auxilio, lamentando el infortunio que rompió la magia, y Laura se quedó con las ganas de besarlo al igual que él.
Continuará….
MUY BUEN REWLATO ,LLENO DE MISTERIO
ResponderBorrarMuchas gracias Alberto por leer Tinta Infinita. Espero que siga el desarrollo de la historia. Un abrazo.
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