Pero casarse no era lo único que debería hacer el ‘Chacaneto’.
Pese a ser la opción desesperada de Mariela, este personaje tenía competencia.
Sí, ella era bastante bella, además de contar con la fama de haber sido solo de
un hombre, algo muy inusual en la vereda donde vivían.
Todos la cortejaban, por eso Micancio sufría tanto. Por eso
no la dejaba salir sola. Allí donde ella llegaba las miradas se detenían. Era
hermosa, tal como lo es el ocaso en agosto. Era atractiva y atlética, pese
haber parido ya a tres muchachos. Era simplemente un lucero que se postró en la
tierra para vivir, y, además, era millonaria.
Sin embargo, muchos de esos que la cortejaban, solo querían
pasar el tiempo. Su encierro y su devoción a su marido la convirtieron en una
leyenda, en un objeto de deseo. Desde los hacendados más adinerados, hasta el
más humilde capataz, soñaban con quitar sus vestidos y descubrir su desnudez.
¿Cómo no? si era toda una tentación. Su poca actividad social la convertían en
un deseo absoluto, ese que se le despierta al ser humano cuando algo es
extremadamente prohibido.
-Tienes agallas
‘Chacanteo’, pero debes saber que mis hijos son prioridad
Le dijo Mariela.
-Pues vamos a tener
más, muchos más. Yo quiero que seas mía como si hubiera sido así desde el
principio. Por tus otros hijos velaré yo, ya que a su padre se le dio la gana
de morirse temprano y dejarlos abandonados.
Renegó ‘Chacaneto’
-Calla ya. No sigas,
deja que el pobre Micancio descanse. Debe estar que se sale de la tierra si
sabe que un macho está hablando conmigo.
Concluyó la conversación la viuda.
‘Chacaneto’ llegó al bar. Allí estaban los borrachos de
siempre, y los trabajadores que ahogaban su cansancio en las chichas que vendía
Don Heberto. Miró para todos lados, como si buscara algo, aunque en realidad no
estaba viendo para ningún lado. Solo quería que los demás supieran que estaba
allí. Pidió un aguardiente doble. Sí, uno de los grandes.
Vaya que has de
haberte encontrado una guaca para pedir aguardiente hoy. No estoy para fiar,
así que ¡págame antes!
le dijo el cantinero.
-Aquí tienes, y de
paso, te pago otros tres más. Hoy voy a beber hasta que el sol salga. Casarse
con la mujer más linda del mundo solo es motivo de festejo, aunque se sienta como
la muerte cuando la toques.
Respondió presumiendo ‘Chacaneto’.
- ¿De qué hablas?...
¿Acaso te comiste uno de los hongos que
le nacen al popo de la vaca?
preguntó uno de los borrachos.
‘Chacaneto’ se bebió el aguardiente doble que había pagado,
se secó con la mano derecha el rocío de licor que le había quedado colgando en
los labios. Puso la copa en la barra, se paró lentamente y caminó hasta donde
el borracho.
Una vez allí sonrío, lo tomó por el pelo y le llevó la
cabeza frente a la mesa. Hizo eso unas cuatro veces más, hasta cuando la sangre
comenzó a salpicar. Luego lo agarró por el cuello e hizo que se pusiera de pie.
Le golpeó el hígado, las costillas y los pulmones. El borracho cayó, tendido en
el suelo, como si se tratase de un inexperto boxeador que enfrenta al campeón
mundial y besa la lona en el primer asalto.
Dibujo por: Chía Arroyo.
Los presentes en la cantina guardaron silencio. Nadie se
quiso entrometer con los puños de acero de aquel hombre que parecía enrazado
con un perro de pelea. Nadie, ni siquiera los que cargaban con revólveres.
‘Chacaneto’ pidió otro trago doble. Se lo tomó despacio, disfrutando el sabor
del anís que le comenzó a quemar la garganta y luego el esófago.
Al terminar volvió a secarse los restos de licor. Y gritó:
¡Todo el que quiera
algo con Mariela, no va contar con la suerte de este cretino, pues con mis
propias manos lo voy a matar y a enterrar!
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