Ir al contenido principal

Maldito 'Chacaneto' Capítulo III: Porque te quiero, te aporreo.





Pero casarse no era lo único que debería hacer el ‘Chacaneto’. Pese a ser la opción desesperada de Mariela, este personaje tenía competencia. Sí, ella era bastante bella, además de contar con la fama de haber sido solo de un hombre, algo muy inusual en la vereda donde vivían.

Todos la cortejaban, por eso Micancio sufría tanto. Por eso no la dejaba salir sola. Allí donde ella llegaba las miradas se detenían. Era hermosa, tal como lo es el ocaso en agosto. Era atractiva y atlética, pese haber parido ya a tres muchachos. Era simplemente un lucero que se postró en la tierra para vivir, y, además, era millonaria.

Sin embargo, muchos de esos que la cortejaban, solo querían pasar el tiempo. Su encierro y su devoción a su marido la convirtieron en una leyenda, en un objeto de deseo. Desde los hacendados más adinerados, hasta el más humilde capataz, soñaban con quitar sus vestidos y descubrir su desnudez. ¿Cómo no? si era toda una tentación. Su poca actividad social la convertían en un deseo absoluto, ese que se le despierta al ser humano cuando algo es extremadamente prohibido.

-Tienes agallas ‘Chacanteo’, pero debes saber que mis hijos son prioridad
Le dijo Mariela.

-Pues vamos a tener más, muchos más. Yo quiero que seas mía como si hubiera sido así desde el principio. Por tus otros hijos velaré yo, ya que a su padre se le dio la gana de morirse temprano y dejarlos abandonados.
Renegó ‘Chacaneto’

-Calla ya. No sigas, deja que el pobre Micancio descanse. Debe estar que se sale de la tierra si sabe que un macho está hablando conmigo.
Concluyó la conversación la viuda.

‘Chacaneto’ llegó al bar. Allí estaban los borrachos de siempre, y los trabajadores que ahogaban su cansancio en las chichas que vendía Don Heberto. Miró para todos lados, como si buscara algo, aunque en realidad no estaba viendo para ningún lado. Solo quería que los demás supieran que estaba allí. Pidió un aguardiente doble. Sí, uno de los grandes.

Vaya que has de haberte encontrado una guaca para pedir aguardiente hoy. No estoy para fiar, así que ¡págame antes!
le dijo el cantinero.

-Aquí tienes, y de paso, te pago otros tres más. Hoy voy a beber hasta que el sol salga. Casarse con la mujer más linda del mundo solo es motivo de festejo, aunque se sienta como la muerte cuando la toques.
Respondió presumiendo ‘Chacaneto’.

- ¿De qué hablas?... ¿Acaso te comiste uno de los hongos que le nacen al popo de la vaca?
preguntó uno de los borrachos.

‘Chacaneto’ se bebió el aguardiente doble que había pagado, se secó con la mano derecha el rocío de licor que le había quedado colgando en los labios. Puso la copa en la barra, se paró lentamente y caminó hasta donde el borracho.

Una vez allí sonrío, lo tomó por el pelo y le llevó la cabeza frente a la mesa. Hizo eso unas cuatro veces más, hasta cuando la sangre comenzó a salpicar. Luego lo agarró por el cuello e hizo que se pusiera de pie. Le golpeó el hígado, las costillas y los pulmones. El borracho cayó, tendido en el suelo, como si se tratase de un inexperto boxeador que enfrenta al campeón mundial y besa la lona en el primer asalto.

Dibujo por: Chía Arroyo. 


Los presentes en la cantina guardaron silencio. Nadie se quiso entrometer con los puños de acero de aquel hombre que parecía enrazado con un perro de pelea. Nadie, ni siquiera los que cargaban con revólveres. ‘Chacaneto’ pidió otro trago doble. Se lo tomó despacio, disfrutando el sabor del anís que le comenzó a quemar la garganta y luego el esófago.

Al terminar volvió a secarse los restos de licor. Y gritó:

¡Todo el que quiera algo con Mariela, no va contar con la suerte de este cretino, pues con mis propias manos lo voy a matar y a enterrar!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

"El Corazón tiene más cuartos que un hotel de putas"

No sé si fue por que la hizo Gabo en el año en el que nací, cuando escribió ‘El amor en los tiempos del Colera’,  que esta frase que se extrae del mencionado libro, me llegó tanto la primera vez que la leí, hace ya algún tiempo. No sé si fue porque la leí que comencé a pensar que era cierto lo que decía el maestro Gabriel García Márquez, y antes de comenzar a vivir por los andares del amor, acondicioné esa proposición en mi vida.  Tal vez fue por eso, o porque realmente es cierto, que el corazón, o al menos el mío, tiene más cuartos que un hotel de putas. Y es un hotel grande, al que se le pueden unir socios sin términos ni condiciones, y a los que a pocos les expira la membresía; pero también es un espacio que se puede administrar a voluntad y que si es necesario, se puede desocupar para que sólo un huésped sea el dueño. Sin embargo, en esos cuartos, siempre quedarán memorias de lo vivido, de lo que pasó cuando estuvieron alojados, algún objeto que tal vez...

Atrapado en un momento del que no puedo salir

  He tratado de escribir algo memorable desde hace al menos ocho meses, lo juro, pero siempre me quedo en las primeras líneas y no logro concretar nada. Llegué a pensar que era más probable que James Rodríguez durara un año en un mismo equipo antes de que yo pudiera hilar una historia nuevamente. La última vez que terminé un texto extenso fue cuando le escribí la carta a Mafe. Ella dijo: “Pensé que iba a ser más larga”. Y eso que me tardé casi un año escribiéndola. He intentado de todo: cuentos, reflexiones, confesiones, pero no paso del primer párrafo. De hecho, es un logro que haya llegado hasta aquí con este texto. Al principio no me preocupé. Pensé que era normal estar cansado de pasar todos los días ideando estrategias y formas creativas para proyectos. Pero con el tiempo, comenzó a inquietarme no poder escribir. Releí algunos cuentos míos y, en lugar de sentir orgullo, sentí miedo: miedo de no poder volver a escribir así. No entendía lo que me estaba pasando. Últimamente nada...

Cuarenta años y ninguna instrucción

Hace poco pensé en hacer un video que se llamara 40 canciones y 40 películas que recomiendo antes de cumplir 40 años. Luego lo pensé mejor y me pregunté: ¿a quién carajo le importa eso? Seguramente a muy pocos. Después pensé: ¿y yo qué gano con eso? Pues nada. No sé por qué me preocupo. Caer en este reto de “producir contenido” como si fuera un deber, muchas veces sin objetivo claro, nos está distrayendo. En mi caso, no solo al crear, sino también al consumir. Y consumir. Y seguir consumiendo. Estoy tan disperso que hasta olvidé por qué comencé esta entrada. Ah, ya recordé: voy a cumplir 40 años este 26 de septiembre. Hace poco, mientras cenábamos en un restaurante hermoso en Santa Marta, Angie me dijo que me notaba afanado. —Estás más conservador y preocupado que nunca —aseveró con ese tono costeño, fuerte, guajiro, ese que me encanta. Me dijo que parecía preso de una cárcel invisible. —No logro identificar de dónde viene —dijo. —Viene de mí —le respondí, mientras me comía ...