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Monólogo de un insomnio


Sábado 31 de marzo de 2018, en la madrugada 



Hace tiempo no escribía. Dejé muchos bocetos sin terminar. La verdad ninguno ha llenado mis expectativas. No quiero publicar por publicar. Mi mente ha estado ocupada en el trabajo y cuando tengo tiempo libre lo pierdo o trato de descansar.


Además, creo que me desanimó descubrir que la mayoría de personas disfruta y prefiere más ver videos en YouTube que leer. Así es la vida: antes teníamos a Ernest Hemingway y hoy tenemos a Zanty Ferry y HolaSoyGerman (por favor busquen a Zanty Ferry).

Pero bueno, hoy estoy como Romeo Santos. Son las cinco de la mañana y no he dormido nada. Afuera cae mucha agua. Estoy solo en el apartamento. Extraño mi hogar, la compañía de mis perros. Y no dejo de pensar.

Pienso en todo. Pienso en cómo pudo Mark Wahlberg aceptar la película del Planeta de los Simios en 2001. ¿En qué demonios estaba pensando? Cualquiera que hubiera leído el guion hubiera dicho que no. A parte, es perturbador ver a esos personajes femeninos inspirados en Janet Jackson. Hay tantas falencias en la historia y la trama es tan, tan, pero tan mala, que ni siquiera puede servir de somnífero para este insomnio. Muy al contrario del Stand Up Comedy de Alejandro Riaño en Netflix.

También pienso en quiénes serán los 23 jugadores que va a llevar José Néstor Pékerman al Mundial de Rusia. Y en que James deberá seguir jugando detrás del delantero. Que debemos jugar con un solo nueve y tirar extremos. Que Quinterito es más que Cardona. Que Falcao la va a romper y que va a pasar otra Copa del Mundo a la que no voy a poder ir. Creo que tenemos chance de ganarla. Si nos creemos el cuento le podemos ganar a cualquiera.

Pienso en los pajaritos, que viven en los árboles del parque de afuera, que a esta hora normalmente cantan y que por la lluvia que cae sin parar no han cantado. Deben estar refugiados en otro lugar. Espero que estén bien resguardados.

Pienso en los perritos y gatitos de la calle. Que no pueden hablar, que no pueden pedir ayuda, que aguantan frío y las inclemencias del tiempo. Imagino sus caritas de tristeza, sus patitas temblando, su desesperación y afán de amor. Extraño a Apple, a mi querida Apple.

Pienso que uno es muy tonto porque, aunque sabe que los paquetes de papas vienen llenos casi de solo aire, los sigue comprando. A uno no le importa que lo roben y lo decepcionen con tal de que le den la prueba. Uno se queja, pero siempre termina comprando los paquetes.

Pienso en que se acabó Dragon Ball Super y que ya no voy a tener 25 minutos de alegría los sábados.

También trato de adivinar si hoy mi vecina se va a levantar peleando con su novio para después reconciliarse con sexo salvaje o va a levantarse con sexo salvaje para después pelear con su novio.

Pienso en qué voy a comer en el desayuno, aunque a la hora que me levante ya es la del almuerzo, y pienso en cómo se puede ser una buena persona.

Creo que el mayor anhelo después de la felicidad es intentar ser una buena persona. Por eso es tan complicado vivir. Alcanzar la felicidad es un proceso interminable y ser una buena persona es tal vez una tarea aún más difícil.

Todo el tiempo nos equivocamos. A todo momento. No hay día que pase en el que no se comentan errores. Vale, buscar la perfección tampoco está bien, pero intentar al máximo ser una buena persona todos los días debe ser la consigna cumplida con la que uno se puede ir tranquilo a la cama. Esa debe ser la almohadilla en donde uno duerma.

No vayan a pensar que mi insomnio es por eso, porque me siento una mala persona. No soy una mala persona, pero podría ser mejor. He cometido muchos errores, y aunque sigo cayendo, me vuelvo a montar a la bicicleta para seguir pedaleando. Esta es una etapa de alta montaña que nunca termina.

Lo que me desvela es otra cosa en la que no quiero pensar y por eso pienso tantas otras. Así también es la vida, uno trata de curar enfermedades con placebos que pueden resultar aún más nocivos. Entonces a veces, uno intenta escapar a otros lugares para sentirse más tranquilo y resulta más intranquilo de lo que estaba.

La tranquilidad está asociada con tener la conciencia tranquila, pero hay veces en que uno está intranquilo no porque tenga cargo de conciencia. El cargo de conciencia yo lo veo como Gabo lo asoció en Cien años de soledad: tener la conciencia tranquila tiene que ver con la capacidad que se tiene para comer y beber. Aureliano Segundo era el ejemplo. Él podía comer y beber todo lo que quería porque tenía la conciencia tranquila y por ende era feliz. A mí me gusta esa relación, sobre todo porque me pasa. Cuando tengo cargo de conciencia o estoy triste no paso bocado y no me gusta ni disfruto beber (aunque bebo).

Pero ¿Por qué es tan difícil ser una buena persona? ¿Hay una guía definitiva que dictamine realmente lo que es ser buena y mala persona? 

Hay algunos que dicen que ser una buena persona es amar a los demás y compartir con los demás, y que el amor comienza por uno mismo. Entonces eso ya genera una contradicción. Supongamos que tengo mucha hambre, queda un pedazo de pizza suficiente para alimentar a una sola persona, pero hay otra persona más que también tiene mucha hambre y quiere comer. Si le comparto mi pedazo de pizza, quedo con hambre yo, queda con hambre esa persona y no hacemos prácticamente nada (un placebo que termina más nocivo porque comer poco cuando se tiene hambre da más hambre).  Ahora, si se la doy esa persona, va a estar satisfecha por un buen tiempo y yo quedo como bueno porque me sacrifiqué. Sin embargo, al sacrificarme me perjudiqué y olvidé el amor por mí.

Es difícil, ya sé que la opción más fácil es compartirla, pero es poco inteligente. Ninguno de los dos queda satisfecho y en menos tiempo de lo que se cree se va a tener más hambre.

La gente suele decir también que hay que viajar por todo el mundo, conocer culturas y estudiar mucho para que se abra la mente, se quite lo mala persona y se curen males como el racismo y la xenofobia.

Hablemos de Donald Trump. Él ha hecho todo eso y sin embargo, hoy promueve una política antiinmigrante, un discurso que ha revivido los incidentes de odio, ha fortalecido a los grupos supremacistas blancos y prácticamente quiere echar de EEUU a todo el que no haya nacido allá o que tenga una ascendencia distinta.

También he escuchado que ser bueno o malo depende de la nacionalidad. En las películas, por ejemplo, los rusos siempre son los malos. En la vida real, los colombianos casi siempre tienen la culpa de las desgracias. Pero la verdad es que en ambos países existen personas que deberían ser canonizadas por ser tan buenas, así que el tema de la nacionalidad tampoco termina de definirnos.

Ir a la iglesia, hacer culto, seguir las leyes de Dios. Eso es ser buena persona, según muchos. No lo creo, aunque sí pienso que los Diez Mandamientos determinan mucho de lo que es ser bueno y malo. Pero ir a una iglesia y darse golpes de pecho no te hace mejor ni peor.

Ya son las 6:00 a.m. y la luz del día comienza a filtrarse por entre mi persiana. Creo que de no sufrir de insomnio sería una mejor persona. Viviría menos irritado y sería más tolerante. Me daría espacio para no molestarme por todo, para no desesperarme por los que caminan lento en los puentes peatonales, o los que tardan una eternidad en el cajero. No enloquecería de ira cuando todos se paran y se quieren bajar a la vez del avión cuando este aterriza o cuando el Transmilenio en el que viajo está a punto de llegar a una estación (y uno necesita bajarse rápido) y comienza como a jugar a parar. Tarda más en parar de lo que se tarda de una estación a otra.

Tampoco me molestaría tanto cuando no hay aguacates para el día. No me enfadaría porque los tomates no están suficientemente rojos o porque mi celador se queda dormido a la madrugada y cuando le golpeo me hace dudar si aún sigue con vida.

No me afectaría que todos le digan todos los días a mi novia “mamacita rica deliciosa”, “te quiero hacer 46 hijos”, “quiero hablar el lenguaje del amor contigo”, y todas esas sandeces que un hombre sin vida puede escribir en un perfil de una persona que no conoce ni conocerá en su vida.

No me enfadaría porque la gente le cree a Petro y le cree a Duque y Vargas Lleras, porque Greeicy Rendón aparece hasta cuando uno abre la nevera y porque la gente estúpida es la que más se hace célebre y famosa y eso se debe en gran parte a algunos colegas, que consideran que el post de un “famoso” es una noticia.


No me enfadaría porque son las 6:03 a.m. y no puedo dormir porque estaría durmiendo…

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